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Reportaje:REVUELTA URBANA EN FRANCIA

Juicio rápido en las afueras de París

Sólo uno de los ocho jóvenes juzgados quedó libre sin cargos; le salvó la habilidad de su abogado y el color de sus zapatillas

Christopher, de 20 años, y sin ocupación conocida, entró en la sala del tribunal de Bobigny a las cinco de la tarde escoltado por dos policías y con la misma ropa que llevaba cuando fue detenido 36 horas antes: zapatillas blancas de deporte, sudadera con capucha del mismo color y pantalones vaqueros de talle bajo, todo de marca. El juez le informó de qué se le acusaba. La madrugada del martes, el director de un colegio situado en el Boulevard Harestide Brianed dijo haberle visto desde su ventana entrar en un parque conduciendo un Peugeot 205 rojo propiedad de un vecino del barrio, estrellarlo repetidamente contra los bolardos de la acera y después prenderlo fuego. La fiscal pidió seis meses de cárcel y el abogado defensor, la libre absolución.

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Para cuando Christopher llegó, el tribunal ya había juzgado y condenado por el procedimiento de urgencia a otros siete muchachos de la zona norte de París. A uno por robar en una casa; a otro, por propinar una paliza a un hombre para quitarle la cartera; también hubo quien se marchó en dirección a la cárcel por amenazar de muerte a un agente de tráfico que lo interceptó por conducir un coche robado. El ambiente de tensión que se vive estos días en los suburbios de todo el país, donde desde que empezó la revuelta ya han sido detenidos más de 2.000 jóvenes, se trasladó ayer intacto al juzgado de Bobigny. En muchos momentos, los nueve agentes apostados en el interior de la sala no fueron capaces de mantener la paz. El juez llegó a suspender la vista en dos ocasiones para advertir a los amigos de los acusados: "Si no dejan de porfiar con la policía, ordenaré que los expulsen".

Christopher escuchó, cabizbajo y en silencio, el perfil que sobre su vida iban haciendo a retazos entre el juez y su abogado. Incapaz de centrarse en los estudios, toda su vida laboral se reduce a un trabajo eventual de repartidor de pizzas a domicilio y a otro más breve aún en una carpintería. Su padre se suicidó pegándose un tiro hace dos años, y desde poco después su madre convive con un hombre que, según dijo Christopher ayer, "sólo la quiere por el dinero y la engaña con otras mujeres". La noche de autos, el muchacho llegó a casa antes de la medianoche, pero mientras él sostiene que se fue a la cama, su madre dice que posiblemente salió. El caso es que el director del colegio, que ya lo conocía de verle merodear por un parque cercano, lo denunció ante la policía sin ningún género de dudas.

La fiscal tampoco las tuvo a la hora de incluirlo entre los jóvenes alborotadores que asolan desde hace 14 noches los suburbios de Francia. Sin embargo, cuando le llegó el turno, el abogado defensor preguntó: "¿De qué color dijo el director del colegio que llevaba las zapatillas?". La fiscal revisó sus papeles y respondió: "Negras". Luego, le preguntó a los policías si le habían dejado cambiarse de atuendo y ellos dijeron que no. "Enséñanos tus zapatillas, Christopher", pidió el abogado, y el chaval levantó una pierna dejando ver unas deportivas blancas sin cordones. Sus amigos celebraron con alboroto la actuación del letrado y el juez volvió a enfadarse.

Tras un receso de 10 minutos, el timbre volvió a sonar, el público se puso en pie de nuevo, el juez repitió que estaba prohibido el uso de los teléfonos móviles y Christopher se dispuso a escuchar la sentencia. "Queda libre sin cargos", dijo el juez, y el muchacho atrapó entre las suyas las manos de su abogado. Una joven de origen africano que estaba entre el público exclamó: "El blanquito se ha salvado". A nadie se le había pasado por alto que Christopher era el único blanco de los ocho juzgados durante la tarde. El juez podría haber alegado que no le salvó su color, sino el de sus zapatillas, pero quizá nadie entre el público se lo hubiera terminado de creer después de una jornada en la que el grito "¡discriminación!" fue coreado.

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A la salida del juzgado, un señor mayor meneaba la cabeza desolado: "Soy el dueño del 205, ¿sabe? Y no lo tenía asegurado".

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Policías antidisturbios detienen a dos jóvenes ayer en Toulouse.EFE

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