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Columna
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Pan y utopía

José Luis Ferris

Comparar los disturbios que estos días sacuden el corazón de Francia con el mayo del 68 son ganas de marear la perdiz. Ya sé que hay nostalgia de ese viejo idealismo que se esfumó con los años y que algunos buscan todavía en cualquier barricada, detrás de un cóctel incendiario o de un cartucho de perdigones. También sé que son jóvenes los que arrasan estos días locales y escuelas, los que calcinan coches a granel, como jóvenes fueron los protagonistas de aquella revuelta de estudiantes que paralizó un país y llevó la imaginación al poder; pero treinta y siete años son muchos, demasiados como para no distinguir una revolución ideológica que pretendía cambiar el mundo con frases hermosas e imposibles, de una rebelión callejera, de la insurrección de bandas de marginados que se levantan contra el poder por un salario digno, que denuncian con actitudes vandálicas su extrema pobreza, la falta de trabajo y el estigma de sentirse abandonados a su suerte, extraños en el país que les vio nacer y que les vendió al mismo tiempo el sueño y el glamour de la prosperidad, el éxito y el lujo.

Aquellos jóvenes de la Nouvelle Gauche que invadieron el Barrio Latino para apedrear al autoritarismo, la represión y la falta de libertad; aquellos universitarios de la generación de la Guerra Fría, del Vietnam y la Revolución Cubana que arremetían contra el régimen paternalista de Charles De Gaulle y que ahora viven aburguesados y felices en los distritos blancos de París, nada tienen que ver con el rugido violento y dramático de esa legión de desheredados, de confinados a la indignidad de un suburbio que pide a golpes pan y trabajo. Aquellos jóvenes amotinados en la Sorbona lograron, a fin de cuentas, transformar la sociedad, introducir nuevos valores, liberar las costumbres y democratizar las relaciones sociales. A ojos de la ciudadanía y del poder, estos jóvenes de los barrios obreros de París no son nada ni luchan por nada. Son sólo vándalos que no entienden de ideologías, de utopías ni de hermosas quimeras. En nada se parecen a aquellos héroes de las barricadas, pero no se confíen: los descamisados son muchos y el estallido social puede tener un efecto expansivo semejante al del 68.

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