Sucesión e igualdad, según Mendoza
En su columna publicada en EL PAÍS de fecha 7 de noviembre, Eduardo Mendoza habla sobre la oportunidad de la reforma constitucional para equiparar los derechos del hombre y de la mujer en la sucesión de la Corona. Aunque reconoce que existe un consenso generalizado en la sociedad española sobre la oportunidad de esta reforma, él se muestra reticente, si no abiertamente contrario, a la misma. Como argumento, esgrime que en nuestro país la Corona "no es de adorno", sino que ha jugado y juega un papel esencial en asuntos como el 23-F o las relaciones con América Latina. Y duda de que ese papel esencial pueda desempeñarlo una mujer.
Me ha sorprendido enormemente que a estas alturas, y después de tantos años de lucha feminista por hacer ver a la sociedad que hombres y mujeres son igualmente personas, con las mismas capacidades y aptitudes, sólo diferentes en ocasiones por la distinta educación que han recibido niños y niñas, alguien como Eduardo Mendoza pueda publicar esas "dudas" sobre la capacidad de las mujeres para desempeñar un papel relevante en la sociedad. O sea, que si la Monarquía es "de adorno" vale que la ocupe una mujer, pero si tiene un contenido real, entonces "no hay razón alguna para hipotecar nuestro futuro" -dice el señor Mendoza-. En nombre de todas las mujeres, me parecen insultantes estas afirmaciones que ponen en duda nuestra capacidad, sobradamente demostrada por tantas mujeres que, con grandes sacrificios añadidos por su condición femenina, han destacado en la sociedad, la política, el arte o la ciencia.
Columnas como la de Eduardo Mendoza me convencen de que, hoy más que nunca, la reforma constitucional para equiparar los derechos de sucesión a la Corona de hombres y mujeres es no sólo oportuna, sino más bien urgente (naturalmente, respetando los tiempos que exige el complicado proceso de reforma diseñado en la Constitución y sin precipitaciones innecesarias). Es cierto que la propia institución monárquica es una discriminación en sí misma (supone un privilegio fuera de lo común para los que nacen con derechos de sucesión a la Corona), pero aún es mayor y tiene mayor significado simbólico la prevalencia del varón sobre la mujer en este privilegio.
Mujeres somos muchas (la mitad de la humanidad) y podemos sentirnos concernidas por esta postergación de la mujer en sus derechos dinásticos. Negar a la primogénita Leonor sus derechos dinásticos en favor de un posible hermano menor varón es una humillación más que no queremos sufrir las mujeres.
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