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Reportaje:

Entre el deporte y la economía

La caza, con una temporada excelente este año, mueve en Euskadi y Navarra a más de 60.000 personas

La espléndida mañana de ayer, como las de la mayor parte de los días de este otoño, resultó ideal para que entre 60.000 y 70.000 cazadores (20.000 de ellos federados en Euskadi y cerca de otros 6.000 en Navarra) saliesen en busca de su pieza más preciada, desde un ciervo o un jabalí a una paloma torcaz o una sorda. Es el deporte con mayor número de aficionados, incluido el fútbol, y el que más controversias suscita. Los cazadores destacan su labor ecológica como los únicos gestores de la Naturaleza, además de resaltar la intensa actividad económica que gira alrededor de esta actividad. Los ecologistas no comparten estas virtudes y consideran la caza como salvaje atentado contra el medio ambiente.

La caza supone en España un movimiento económico de 2.570 millones anuales

Juan Antonio Sarasqueta, conocido divulgador y presidente de la Oficina Nacional de Caza no comparte las críticas. "El equilibrio ecológico está roto por la intromisión del hombre en la Naturaleza. Los grandes predadores (lince, lobo, águila imperial) no se adaptan a esta nueva situación, no son especies motivo de caza, ya que están en franca regresión. Su lugar lo han ocupado otras como el zorro y el jabalí, la tórtola, la torcaz que ahora están viven una sobrepoblación, y ahí entra nuestra labor, la de organizar esas poblaciones", explica.

Los cazadores ponen especial énfasis en que su labor ("es más que un deporte", insiste Sarasqueta) se realiza siempre dentro de un plan de ordenación. En la caza mayor, las autoridades tienen controlados los animales de cada especie que viven en cada territorio histórico. A partir de estos datos, ofertan cada año el número de piezas que se pueden cobrar. En la caza menor, el procedimiento es similar, "pero el cazador es el primero que va a tomar medidas al respecto; este año es malísimo para la perdiz y nosotros somos los interesados en que aumente su población", comenta el presidente de la Oficina Nacional de Caza.

Ramón Gutiérrez, bodeguero en Leza, es uno de los miles de personas que ayer salieron en busca de la pieza codiciada, siempre con el perro por delante, como decía Miguel Delibes. La temporada no es muy boyante, opina este fajado cazador: hay pocas perdices, el conejo ha desaparecido por una enfermedad y la liebre escasea. "En toda la mañana he conseguido una perdiz, y el que más suerte ha tenido, tres. Y después de una buena caminata", comenta.

La caza ha cambiado mucho en los últimos años. Apenas hay furtivos, según los expertos, y ya no se va por libre. "Ahora se sale al monte en grupo, a sudar la camiseta, con un interés más por el disfrute de la Naturaleza que por cobrar el mayor número de piezas. Se mira la conservación de las especies", dice José María Usarraga, presidente de la Federación de Caza de Euskadi.

Conservar las que hay, apoyar las que están en regresión y reintroducir. En Álava apenas se han realizado repoblaciones, mientras que en Guipúzcoa se han introducido ejemplares de conejo, faisán, liebre o perdiz roja, además de corzos capturados en Las Landas. Algo similar ocurre en Vizcaya. Especial mención merece aquella repoblación de conejos en la Ribera navarra que hace dos años supuso la invasión de esos animales en todas las tierras de labranza, con la indignación consiguiente de los vecinos.

Éste es uno de los flancos débiles del argumento ecologista de la caza, siempre censurado por los propios conservacionistas. "Es preferible que digan que cazan por placer a que vengan con esas milongas de que son los únicos gestores de una Naturaleza alterada por el hombre", comenta Jon Hidalgo, de la Sociedad Ornitológica Lanius. "Sólo se preocupan de las especies que ellos llaman cinegéticas, tanto para introducirlas en la Naturaleza como para controlar su demografía. ¿Por qué no cazan ratas grises en los vertederos, en franca sobrepoblación, o introducen lobos, desaparecidos en el País Vasco?", dice.

La caza, además, conlleva una poderosa actividad económica y supone un hecho social en el que se involucran decenas de miles de personas. El único estudio económico relevante que existe sobre este campo fue realizado por la Real Federación Española de Caza. El análisis concluye que en España la caza supone el empleo directo de casi 40.000 personas y mueve más de 2.570 millones de euros al año. Especial relevancia tiene el sector armero, donde el País Vasco supone la única referencia en la fabricación de escopetas y cartuchos.

"En una ocasión, el conocido naturista Joaquín Araujo me dijo que de una u otra manera, la caza beneficiaba a seis millones de personas en España", explica Sarasqueta. "Es algo innato al hombre, es predación pura".

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