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Azerbaiyán pone a prueba su régimen de petróleo sin libertad

Los reformistas acuden con escepticismo a las legislativas de hoy

Pilar Bonet

¿Petróleo sin democracia o petróleo con democracia? Para EE UU y los países occidentales sería sin duda más cómodo que Azerbaiyán, un país rico en crudo y estratégicamente situado a orillas del Caspio, poseyera ambas cosas a la vez. Así, el embajador de Washington y otros de sus colegas no tendrían que aleccionar al presidente Ilján Alíev sobre la importancia de elecciones limpias, mientras sus multinacionales negocian suculentos contratos con las opacas empresas estatales controladas por la familia dirigente y sus allegados.

Las elecciones parlamentarias que se celebran hoy en Azerbaiyán ponen a prueba la capacidad democratizadora del régimen inaugurado por el comunista Gueidar Alíev y continuado por su hijo Ilján. La oposición, apaleada literalmente en las presidenciales de octubre de 2003, se muestra escéptica. "Este régimen ni es reformable ni ha dado señales de que quiera una reforma", subraya Isa Gambar, que es presidente de Musavat, un partido de corte laico inspirado en el modelo turco y uno de los líderes del bloque Azadlik (Libertad). "Occidente no debe autoengañarse. Hay que elegir entre democracia o estabilidad a corto plazo", señala el político.

"Azerbaiyán se prepara para seis años de afluencia y el instinto de la clase dirigente es aferrarse al poder para beneficiarse de los millones que le lloverán encima", señala Ingilab Ajmédov, presidente del Centro para el Seguimiento de las Finanzas Públicas. De mantenerse los altos precios actuales, el petróleo reportará 160.000 millones de dólares (unos 135.500 millones de euros) de ingresos en los próximos 20 años. El presupuesto del Estado, que este año es de 2.200 millones de dólares, aumenta a 4.000 millones de dólares para 2006. En el fondo procedente de los ingresos del petróleo y destinado a abordar distintas tareas públicas, Azerbaiyán tiene más de 1.000 millones de dólares.

Con cierto retraso por causa de Turquía, a principios del próximo año comenzará a funcionar el oleoducto que une Bakú con el puerto de Ceyjan, en el Mediterráneo, vía Georgia. Más adelante, cuando la capacidad de extracción de Azerbaiyán comience a declinar, este país puede beneficiarse del tránsito, si Kazajstán, con sus enormes reservas, se incorpora al oleoducto Bakú-Ceyjan, primero por buque cisterna desde el puerto de Aktau, y luego, tal vez, mediante un oleoducto submarino.

Los intereses de los distintos sujetos (Estados y empresas) implicados en el Caspio son complejos. Las inversiones realizadas en perforación submarina y oleoductos han planteado la necesidad de crear estructuras de vigilancia que suponen una cierta militarización de las fronteras con Rusia y con Irán. Washington ha ayudado a formar un servicio de patrullas para los tramos azerbaiyano y georgiano del oleoducto Bakú-Ceyjan y está formando también a la guardia del Caspio, que custodiará las plataformas de extracción explotadas por Azerbaiyán conjuntamente con empresas occidentales.

Ocurre, sin embargo, que el conflicto en torno el estatus del Caspio y su división entre los países ribereños sigue sin resolverse. En 2001, Irán hizo despegar a sus aviones cuando British Petroleum, en el marco de un acuerdo con Azerbaiyán, quiso explotar uno de los yacimientos que Teherán reclama como perteneciente a sus aguas territoriales. Con la llegada al poder del nuevo presidente iraní, las expectativas de llegar a un acuerdo parecen más lejanas que antes, según Sabit Bagírov, ex jefe de la compañía nacional de petróleo de Azerbaiyán (Socar).

Un hombre gesticula ante propaganda electoral en  Bakú.
Un hombre gesticula ante propaganda electoral en Bakú.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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