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Blair pierde por segunda vez a uno de los ministros más influyentes de su Gobierno

David Blunkett, titular de Trabajo y Pensiones, dimite acosado por la prensa y la oposición

Las dimisiones en los Gobiernos de Tony Blair ya no se pueden contar de memoria: hay que recurrir a los archivos. Ayer le llegó el turno, por segunda vez en 10 meses, a David Blunkett, hasta el invierno pasado uno de los ministros más influyentes y desde su primera dimisión, el 15 de diciembre, un político en caída libre. Blair aceptó ayer su renuncia tras varias semanas acosado por prensa y oposición por no cumplir los reglamentos al aceptar diversos empleos en la corta etapa que pasó desde su primera dimisión hasta el retorno al Gobierno en mayo.

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La caída de Blunkett no afecta directamente al primer ministro porque se debe a cuestiones personales. Pero Blair ha perdido a uno de sus principales aliados en el Gabinete, responsable de la delicada tarea de reformar el sistema de pensiones, y su marcha no refuerza precisamente la posición de un primer ministro en horas bajas. La caída rememora viejos pecados: es la segunda vez que uno de sus hombres de confianza deja el Gobierno dos veces. Primero le ocurrió a Peter Mandelson, protagonista luego de una inesperada resurrección política -aunque algunos ven el empleo como dorada jubilación lejos de Westminster- al ser nombrado comisario europeo de Comercio Exterior.

La crisis llega en mal momento para Tony Blair. Criticado desde el exterior y también en casa por los magros resultados de la presidencia británica de la Unión Europea, ha tenido que sofocar diversos focos de división en el seno del Gabinete. En las últimas semanas sus ministros han discrepado abiertamente en políticas de gran simbolismo, como las restricciones para fumar en público o la reforma de la educación secundaria. Aunque la unanimidad no es obligatoria, calado público de esas peleas y las maniobras de la oposición han ayudado a difundir la sensación de que Blair está en horas bajas, que su autoridad ha disminuido porque todos saben que no se presentará a las próximas elecciones y que el hombre que tiene las riendas es Gordon Brown.

"Usted está aún en el cargo pero no en el poder", clamó ayer en el Parlamento el líder en funciones del Partido Conservador, Michael Howard, a un Blair más bien sombrío. Howard afirmó que la autoridad de Blair sufre una "hemorragia" y que el hombre que de verdad cuenta es Brown, en un intento por ahondar las diferencias entre los dos pesos pesados del laborismo.

La mayoría de las grandes fugas en el Gabinete laborista han afectado a gentes leales a Blair y contra el deseo del primer ministro, con la excepción de Robin Cook y Claire Short, que se marcharon en protesta por la guerra de Irak el primero y por discrepancias sobre posguerra la segunda. Los demás, desde Estelle Morris y Alan Milburn, que dejaron el gabinete por razones personales, a Peter Mandelson, Mo Mowlam, Stephen Byers, Alaistair Campbell (no era ministro, pero mandaba más que ellos) o Blunkett tuvieron que marcharse muy a pesar del primer ministro.

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David Blunkett, de 55 años, es invidente de nacimiento y vino al mundo y se crió huérfano de padre en un entorno muy desfavorecido. Su tesón personal, que la ha permitido escalar las cimas del poder político a pesar de sus dificultades físicas y financieras, ha despertado la admiración de muchos. Su primera dimisión fue vivida como un drama personal por él y buena parte del público: tuvo que dejar el Gobierno al saberse que había acelerado el permiso de residencia de la niñera de su amante, la editora Kimberley Quinn. Blunkett fue presentado como la víctima de las ansias de venganza de su amante por su empeño en que ésta le reconociera como el padre biológico de uno de sus hijos, como luego demostraron las pruebas de ADN.

Vida privada

Pero ese caso y la laxitud con que lleva su vida privada le han devuelto a las portadas de los tabloides y la prensa dominical. Blunkett aceptó entrar en el consejo de administración de una empresa privada, DNA Consulting, en vísperas de las elecciones generales de mayo a pesar de que se daba por segura tanto la victoria del laborismo como su retorno al Gabinete. Blunkett agravó el pecado político con un error administrativo que la ha acabado llevando a la dimisión: no consultó la conveniencia de tomar ése y otros dos empleos menores con el comité específico encargado de asesorar a los ex ministros que se reincorporan a la actividad privada.

El ya ex ministro dice que hubo un malentendido y que creía que esa consulta era voluntaria, pero la creciente presión sobre él amenazaba con afectar al primer ministro y ayer tiró la toalla. No está absolutamente claro si por iniciativa propia o a petición de Blair.

El ex ministro Blunkett, tras anunciar ayer su dimisión.
El ex ministro Blunkett, tras anunciar ayer su dimisión.EFE

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