Los habitantes de Clichy-sous-Bois culpan de la violencia a la policía francesa
Los altercados se extendieron anoche a otros cinco municipios de los alrededores de París
La violencia que en las últimas cinco noches ha azotado la ciudad dormitorio de Clichy-sous-Bois se extendió anoche a otros cinco municipios de los alrededores de París. Numerosos vehículos resultaron quemados en Aulnay-sous-Bois, Sevran y Seine-Saint-Denis. Según la policía, esta violencia se debe a grupos juveniles móviles que se desplazan de una ciudad dormitorio a otra. En Clichy-sous-Bois, donde comenzó todo el pasado jueves, los vecinos culpan de lo ocurrido a la policía, que manipuló los hechos antes de presentarlos a la opinión pública, y al ministro del Interior, Nicolás Sarkozy.
El barrio se ha levantado con la resaca de una quinta noche de violencia, después de que el jueves de la semana pasada dos adolescentes murieran electrocutados y un tercero resultara herido grave cuando se escondieron en la caseta de un transformador huyendo de la policía. Los agentes niegan haberles perseguido. La hora en que se produjo el apagón que siguió al drama se supo ayer: es posterior a la que marcaron supuestamente los policías cuando volvieron a comisaría. Pero en Clichy todo el mundo está convencido de que los tres chavales no hubieran saltado un muro de tres metros y entrado en la caseta de Electricidad de Francia (EDF) si no hubieran estado acorralados. Y tienen sus razones.
Hamza, 21 años, alto y de piel clara, colabora en una asociación municipal que organiza actividades para los niños del barrio. "Están ahí desde hace cuatro meses", asegura mirando de reojo a los CRS. "Se supone que para nuestra tranquilidad", añade. Pero él mismo, explica, estuvo cuatro horas detenido en comisaría hace dos semanas porque al volver a casa después de jugar al fútbol fue a caer en un control policial y no llevaba su documento de identidad. "Aquí no existe la presunción de inocencia", asegura, "cuando te detienen eres culpable de ser joven, de ser árabe, de ser negro... Por eso ha pasado lo que ha pasado". "Yo también habría salido corriendo antes de dejarme pillar por un control", añade.
Hamza está convencido de que el pasado jueves, tras la muerte de los dos adolescentes, si no hubieran llegado los antidisturbios y si el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, no hubiera calificado a los jóvenes del barrio de delincuentes, el incidente se hubiera saldado con un par de coches incendiados y algunos cristales rotos. "Sarko lo calentó y encima luego vino lo de la bomba lacrimógena en la mezquita", explica. Y añade un comentario muy extendido en los barrios como éste de la banlieue parisiense: "Muchos de los CRS son racistas que militan en el Frente Nacional".
"Clichy-sous-Bois no tiene centro, no tiene ni siquiera una comisaría; por eso los policías vienen de otros lados y no les importa nada lo que hacen aquí porque luego se vuelven a su casa", explica Karim, cuya familia llegó de Malí en los setenta. "Cuando arrestan a alguien en un control, y no necesariamente a un joven, y luego le detienen durante 24 horas porque no lleva los papeles le están hundiendo en la miseria. No puede ir a trabajar y tiene luego que explicar al patrón que no fue porque le habían detenido". "A mi padre lo insultaron el otro día porque fue a presentar una queja porque habían maltratado a mi hermano y tuvieron que llevarlo al dispensario", añade Mohamed, que junto a Karim espera su turno frente a la panadería. "Antes, con la policía de proximidad no había problemas, pero ahora con estos CRS no para de haberlos".
Un grupo de hombres mayores habla agitadamente en la parada del autobús señalando con la mano como si relataran uno de los episodios de las últimas noches. Se callan cuando se acerca un extraño.
Tristeza
Mahmud, que no domina el francés pese a que asegura que lleva 30 años en el barrio, lo lamenta. "Es muy triste, no está bien lo que hace la policía, pero tampoco me parece correcto lo que hacen los chavales". Antes no pasaban estas cosas, asegura. "Éste era un barrio tranquilo y agradable".
Frente al ayuntamiento, un sorprendente edificio neoclásico situado en lo alto de una colina y rodeado de un prado, varios periodistas hablan con algunos de los líderes locales. El alcalde, el socialista Claude Dilain, ya ha anunciado que no hará declaraciones. El lunes se lamentaba en televisión de que todo el trabajo que su equipo ha hecho en los últimos años se venga abajo en una sola semana y denunciaba la falta crónica de medios que sufre el municipio.
Desde ayer, unas cuantas decenas de personas han organizado un servicio de orden musulmán. Mahdi, un joven barbudo de 24 años, vestido de blanco, con la apariencia de líder religioso, asegura que el origen de la violencia está en la presencia de la policía. "Es una provocación", repite, "y se ha acentuado especialmente desde que en 2002 Sarkozy anunció su plan contra la delincuencia".
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