Wolf Rilla, novelista, director y guionista de cine
El cineasta, guionista y novelista alemán Wolf Rilla murió el pasado 19 de octubre a los 85 años.
Había nacido en Berlín en 1920, hijo de Walter Rilla, prestigioso actor y productor de ascendencia judía; Walter reconoció el peligro ante la llegada al poder de Adolf Hitler y emigró a Inglaterra en 1934, cuando el joven Wolf contaba con sólo 14 años. Obviamente, el mundo artístico fue una constante en su vida. Llegó a escribir seis novelas y a dirigir 24 películas, en una carrera creativa y audaz, poco valorada en su momento y que hoy permanece casi ignorada por muchos aficionados.
Tras graduarse en la Universidad de Cambridge, Rilla entró a formar parte de la plantilla de la BBC, en una época convulsa en la que la televisión británica se rehacía tras el final de la II Guerra Mundial. Su desembarco cinematográfico llegaría en 1953, cuando firma nada menos que cuatro películas consecutivas y se revela como un autor dúctil e imaginativo, excepcional director de actores y con una personal visión de la puesta en escena. Tres de esas películas eran relatos criminales: Noose for a lady, Marilyn y The large rope. Y todas eran producciones de serie B, obras de presupuesto menor que Hollywood fabricaba con técnicos y actores no considerados estrellas.
Su prestigio crece el año siguiente: en 1954, haciendo alarde de estajanovismo, filma tres películas y una producción para televisión, entre las que brillan dos obras realizadas para el Group 3, la compañía independiente que lideraban Michael Balcon, John Baxter y John Grierson: The end of the road, un sensible estudio sobre la vejez, y The blue Peter, un acercamiento a la delincuencia juvenil.
La potencia expresiva de Rilla brillaría de nuevo en dos filmes rodados junto al productor James Lawrie: Pacific destiny (1956), de amplio presupuesto, en color y cinemascope, y The scamp (1957), una inmersión en el realismo social en el que Richard Attenborough, maestro, rescata a un joven de un padre malvado. Le sigue la preciosista Bachelor of hearts (1958), con un guión de Leslie Bricusse y Frederic Raphael, un disimulado acercamiento autobiográfico que retrata a un estudiante alemán en Cambridge. Y llega el año 1960, en el que Rilla realiza su película más recordada: El pueblo de los malditos, una pequeña obra maestra que sienta cátedra en el género de terror y se convierte en una historia malsana y agresiva, de múltiples lecturas, una de esas mágicas conjunciones de talento que surgían en las producciones modestas de los años cincuenta y sesenta, que combinaba un guión del gran Stirling Silliphant, la categoría actoral George Sanders y Barbara Shelley y la mirada de Rilla tras la cámara. Turbia, asfixiante, El pueblo de los malditos sostiene una tensa ambivalencia entre el mundo adulto y el infantil, representado por un grupo de niños clónicos que poseen terribles poderes.
En 1963, entrega otro pequeño clásico, The world ten times over, un guión propio que abordaba un estudio innovador y desafiante de dos mujeres, anfitrionas de club nocturno, encarnadas por Sylvia Syms y June Ritchie, un filme que proponía un fuerte rechazo del universo masculino y un estudio de primer orden sobre las convenciones sociales.
Cairo (1963) supone todo un atrevimiento: Rilla dirige a su propio padre, Walter, en un filme cuyo reparto encabeza el gran George Sanders y que supone una original revisión de la novela de W. R.Burnett que sirvió de base a La jungla de asfalto (John Huston, 1950).
Pero eran malos tiempos para innovar, malos tiempos para directores atrevidos, más aún si no pertenecían al olimpo de los consagrados. Tras esta joya, Rilla sólo firmaría tres películas más en 12 años, dos de ellas del género sexploitation en los años setenta, algo infame para un cineasta de su categoría.
Sus posteriores tentativas para dirigir fracasaron, pero continuó desarrollando su amor por el cine como conferenciante en el London International Film School y como escritor, al entregar la A-Z of Movie Making (1970), una completa guía de la industria cinematográfica, además de formar parte del Gremio de Directores de Gran Bretaña, antes de jubilarse definitivamente para regentar un hotel en la Provenza francesa.-
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