Dos meses después, Nueva Orleans sigue esperando
Los habitantes de los barrios más pobres se quejan de la falta de ayuda tras el Katrina
Sentada en una piedra a la entrada de lo que fue su hogar, Chantina Moses llora sin aspavientos ni lágrimas. A esta mujer negra de 78 años, el Ejército le ha permitido la entrada a su barrio para comprobar derrotada que nada ha cambiado desde que el pasado 29 de agosto el agua se lo tragó todo, y que cuando ésta se fue sólo dejó barro. Cuando Chantina Moses intenta recuperar la fotografía del día de su boda, se le deshace entre las manos. "No hay nada que hacer, nada que salvar", dice resignada. "Nada". Los más pobres de entre los pobres, los habitantes del Barrio Nueve de Nueva Orleans, quienes tenían poco más que miseria, dos meses después de Katrina tienen aún más pobreza, pero inundada de lodo.
Un aire de penuria fétida lo envuelve todo. La miseria ya existía antes de Katrina. La putrefacción la dejó el huracán y el agua de unos diques desbordados de incompetencia gubernamental. La devastación es completa en el Barrio Nueve, habitado en su gran mayoría por ciudadanos de raza negra. De estos hombres y mujeres de clase baja, el 36% ya vivía antes del huracán por debajo del nivel de la pobreza. Sus casas eran tan paupérrimas que nadie tiene interés en recuperarlas. "No merece la pena", asegura un empleado de Enviromental Proteccion, una empresa dedicada a la limpieza y la reconstrucción de Nueva Orleans.
En tan sólo 15 horas del 29 de agosto, tres inmensos muros de cemento colapsaron ante el peso del agua. Lo que debía de haber sido un huracán más en la historia del Golfo de México se convirtió debido a los errores en una catástrofe. Los investigadores relacionan los fallos en los diques con errores en su diseño, según informaba esta semana The Washington Post. Las investigaciones preliminares son el trabajo de tres equipos de ingenieros y expertos forenses que por primera vez no dan por buena la teoría de que el agua "desbordó" los diques. Por primera vez se apunta a un "error humano" en el fallo de diseño de tres de los diques que produjeron las mayores inundaciones y que ahogaron a más de 100.000 casas y costaron la vida a más de 1.000 personas. Los expertos aseguran que la mala planificación del diseño de los diques convirtieron un problema en una catástrofe, en la tormenta de mayor coste -económico, político y emocional- de Estados Unidos.
Parecen náufragos. Andan desorientados y como locos. El matrimonio Chantina y Willie Moses llevaba 39 años viviendo en el número 5.449 de la calle Forstall, dentro del Barrio Nueve. Tras toda una vida de penalidades ya sólo esperaban que los escasos ahorros les dieran para poder pagarse un buen funeral. Hoy es el primer día que les han permitido entrar en su barrio. "Mirar y salir", es la consigna impuesta por el alcalde, Ray Nagin. Desde que evacuaron la ciudad ante la llegada de Katrina están en un albergue. Sabían que encontrarían destrozos, pero han encontrado una catástrofe que se sienten incapaces de manejar. El marido se pone una mascarilla y se adentra en una casa que toda ella no alcanza los 40 metros cuadrados. "No tuvimos hijos", explica la mujer. "Se han ahorrado esta tragedia", dice el marido.
Dentro, las paredes están infectadas de círculos de moho. Fuera, ha quedado impresa la altura a la que llegó el agua, más de metro y medio. Por supuesto no tenían seguro: la mayoría de las edificaciones del barrio carecían de seguros contra inundaciones porque la zona era calificada como "segura" en los mapas federales. Claro que esos mismos mapas se basaban en la presunción de que los diques protegerían a los vecindarios.
"No sabemos nada del Gobierno", dice Chantina Moses. El presidente George W. Bush prometió "el dinero que hiciera falta" para el día después de Katrina, dinero que no se ve en el Barrio Nueve. Lo cierto es que la reconstrucción no se percibe en casi ningún lugar. Hay luz y agua pero la basura ahoga la ciudad, miles de frigoríficos repletos de comida podrida amenazan la salud del poco más de 5% de habitantes (sobre un total de 460.000) que se han aventurado a regresar. Los expertos creen que Nueva Orleans se reducirá a la mitad, que nunca vivirá en ella más de un cuarto de millón de personas. "No somos ciudadanos de primera", se queja Chantina Moses, con unos ojos velados por un manto blanco que le aporta aún más tristeza a una cara ya muy triste.
Paisaje de guerra
Willie Moses se pregunta mientras señala al frente dónde estará el tejado de la casa de la señora Chassan. Está 100 metros más abajo, en el jardín de otro vecino del Barrio Nueve, donde el viento lo depositó. La casa pegada a la del matrimonio Moses tiene varios letreros sobre la pared: "Cinco Muertos"; "No se encuentra al perro". Moses sirvió en Vietnam. "Aquella guerra dejó un paisaje mejor que éste", asegura.
Con 39 años en el Barrio Nueve, Moses no puede aceptar que su casa vaya a ser derrumbada. "Podemos invadir Irak pero no pueden darnos un lugar en el que vivir", dice. En su mano lleva cuatro números de metal, que componen el 5.449, su dirección. Lo único que Moses salvará de su casa es su número porque en el Barrio Nueve pasará mucho tiempo antes de que vuelva la vida.
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