El caso de la espía Valery Plame entra en una fase decisiva
El fiscal anunciará en breve si procesa a altos cargos de la Casa Blanca
El fiscal especial, que se apresta a decidir en las próximas horas si procesa a los más íntimos colaboradores del presidente Bush y del vicepresidente Cheney en el caso de la filtración ilegal del nombre de la agente clandestina de la CIA Valerie Plame, tomó declaración durante 22 meses a medio centenar de cargos altos y medios, entre los cuales destacan más de 20 colaboradores directos de la Casa Blanca. Bush y Cheney se sometieron a las preguntas del fiscal y de su equipo por separado en la Casa Blanca acompañados de abogado.
El fiscal especial, Patrick Fitzgerald, ha hecho muy pocos anuncios en este caso. Pero ha presentado muchos escritos en los tribunales, donde tuvo que fundamentar su exigencia de que los periodistas involucrados en conversaciones con funcionarios de la Administración Bush sobre Valerie Plame, esposa del diplomático Joseph Wilson -el hombre que denunció a Bush por exagerar el peligro nuclear iraquí- debían prestar declaración ante el gran jurado a cargo de la investigación. Esos escritos cuelgan a partir del viernes pasado en una página web del fiscal especial dedicada al caso Plame.
Fitzgerald, según fuentes jurídicas consultadas, trabajó durante todo este caso con la Ley de Protección de Identidades de Inteligencia de 1982, que prevé una pena de hasta 10 años de cárcel para las personas que violen dicha ley.
Son mayoría los escépticos respecto al encaje de la citada legislación en este caso. Según se establece allí, comete el delito "cualquiera que teniendo acceso a información clasificada que identifica a un agente clandestino, revela intencionadamente cualquier información que identifique a un agente clandestino a cualquier individuo no autorizado a recibir información clasificada, sabiendo que la información desvelada identifica a tal agente y que Estados Unidos está adoptando medidas para ocultar la relación de dicho agente clandestino de inteligencia con EE UU".
Pero hay quienes creen que lo que ya se conoce públicamente -la participación de Irving Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Cheney, y Karl Rove, asesor principal de Bush- permitiría aplicar la ley de 1982.
"No sé si Fitzgerald va a aplicar esta ley. Lo que puedo decir es que no es, como se ha dicho, una ley que sea de imposible aplicación. Las condiciones que exige esa ley pueden estar perfectamente presentes en este caso. Si Libby y Rove supieron la identidad de la esposa del embajador Joseph Wilson por el memorándum clasificado del Departamento de Estado del 10 de junio de 2003, se cumpliría la más importante condición. Las demás son más fáciles de probar", explicó a este periódico Elizabeth de la Vega, de 53 años, que acaba de abandonar la carrera tras 20 años como fiscal en Minneapolis y como fiscal-jefe de investigaciones penales en la oficina del fiscal en San José, en el distrito norte de California. Otras leyes federales que Fitzgerald y su equipo pueden utilizar: conspiración, remoción no autorizada o retención de documentos clasificados, espionaje.
Algunas de las personalidades que comparecieron ante el gran jurado o fueron interrogadas por el fiscal especial son: el ex secretario de Estado, Colin Powell; el segundo de Powell, Richard Armitage; el actual fiscal general, Alberto Gonzales; Condoleezza Rice; Stephen Hadley, actual consejero de Seguridad Nacional; Irving Lewis Libby, jefe de gabinete de Cheney y Karl Rove, asesor de Bush.
Aznar, en la campaña del uranio
La afirmación -falsa- de que Sadam Husein intentaba comprar uranio enriquecido en Níger está en la base del caso Plame. El diplomático norteamericano Joseph Wilson fue enviado por la CIA en febrero de 2002 a Níger para verificar el dato ya que el vicepresidente, Dick Cheney, manifestó interés por el tema. Wilson, que viajó sin que su esposa, Valerie Plame, agente de la CIA, interviniera en el asunto, regresó con un informe negativo. El nombre de Plame fue filtrado después a la prensa desde la Casa Blanca como represalia por las críticas de Wilson a la guerra.
La operación uranio enriquecido fue ventilada por el presidente George W. Bush el 28 de enero de 2003 en su discurso del estado de la Unión para ilustrar la capacidad de Irak en la fabricación de armas atómicas, tras hacerlo en un informe de septiembre de 2002 el Gobierno británico de Tony Blair.
El 5 de marzo de 2003, el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, declaró ante el Congreso: "Con respecto al programa de armas nucleares, Irak ha intentado en los últimos años hacerse con tubos de aluminio de alta calidad, aptos para enriquecer uranio. Además, ha intentado hacerse irregularmente con stocks de este mismo mineral". El 7 de marzo de 2003, Mohamed el Baradei, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), denunció ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que los documentos sobre el tema del uranio "no son auténticos" y desmintió la veracidad de la operación. Presente estaba la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio. Con todo, el 18 de marzo de 2003, la víspera de la invasión de Irak, Aznar volvió a hablar sobre el tema nuclear. "Además está dispuesto a acceder en cuanto pueda a elementos con un componente nuclear", dijo.
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