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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El rodeo del PNV

El documento sobre "el final dialogado de la violencia y la normalización política" presentado el sábado por el PNV supone un intento de actualizar su discurso principal tras la derrota en el Congreso de la propuesta de nuevo Estatuto y su ulterior retroceso electoral. El resultado podría interpretarse como un cauteloso regreso a las posiciones que tenía ese partido antes del giro soberanista de Lizarra, aunque planteado de forma tan ambigua que pueda ser asumido por las distintas posiciones existentes en su seno.

El anterior documento de este tipo data de febrero de 1997. Su objetivo era desvincularse de los compromisos del Pacto de Ajuria Enea, que, según se afirmaba, había degenerado en un mero "frente antiterrorista". El PNV se consideraba con las manos libres para establecer contactos y compartir iniciativas de pacificación al margen de dicho pacto. Aquello condujo al frente nacionalista de Lizarra, que a su vez implicó la adopción de muchos planteamientos y hasta de la terminología (Euskal Herria, territorialidad) del nacionalismo radical. El fracaso de Lizarra no llevó a abandonar ese discurso, sino a proyectarlo en el Plan Ibarretxe.

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En el nuevo texto, el PNV sigue asumiendo ese plan, pero ya no como la propuesta vasca que Madrid estaría obligado a asumir o al menos negociar, sino como aportación al debate destinado a forjar un amplio consenso vasco: se admite que para cambiar el marco no basta un criterio de mayoría y, significativamente, se coloca como conclusión del texto el objetivo de conseguir una adhesión superior a la del Estatuto de Gernika, que fue respaldado por el 90% de los votantes. Objetivo sólo alcanzable si entre los partícipes del consenso figuran el PSOE y el PP. La consulta de Ibarretxe se plantea ahora como ratificación de ese acuerdo consensuado, y no como forma de trasladar a la población la responsabilidad de dirimir sobre aquello en que existe desacuerdo. Ello permite atisbar la posibilidad de reconducir la consulta al referéndum que el propio Estatuto de Gernika plantea como culminación del proceso de su reforma.

En éste y otros puntos se observa la voluntad de integrar algunos de los planteamientos del PSOE, aunque son más frecuentes las menciones destinadas a tranquilizar a los sectores soberanistas del propio PNV, incluyendo una cita (no textual) de la declaración de Lizarra. Ello provoca incoherencias lógicas como la de negar que pueda invocarse cualquier proyecto político como condición para la paz y a la vez considerar que para acabar con el terrorismo hay que "abordar la raíz" política del conflicto. O la de negar a ETA cualquier justificación y considerar al tiempo una "actuación antidemocrática" sacar de la legalidad a un partido del que se admite que está supeditado a ETA. Se acepta que el conflicto no es la causa que explique la violencia, pero a continuación se argumenta (como Otegi) que el origen de ese conflicto es la insatisfacción "de una parte muy importante de la ciudadanía" con el actual marco autonómico.

Son lastres e hipotecas adquiridos en el rodeo por Lizarra que dificultan el regreso del PNV a la senda de su tradición pactista. Pero la voluntad de hacerlo, pese a la división interna que todavía provoca, es también manifiesta en los puntos esenciales del texto, incluyendo la referencia al reconocimiento y reparación de las víctimas, a las que hace ocho años ni se les nombraba. El péndulo comienza de nuevo a moverse, trabajosamente, ahora en la otra dirección, y de nuevo tras un fracaso político seguido de un retroceso en las urnas.

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