La globalización y la Unión Europea
Dentro de tres días el Consejo Europeo se reunirá en los alrededores de Londres, sin papeles ni documentos previos, para hablar de los efectos de la globalización en el modelo social de la zona y en la seguridad de los ciudadanos. Su anfitrión, Tony Blair, pretende una reflexión sosegada y lo más exenta posible de los rigores de la urgencia.
El deseo de Blair parece difícil de cumplir. Los problemas se acumulan en el seno de la UE y a muchos Estados les parece exquisita una discusión teórica cuando tienen que ponerse de acuerdo en tantos temas prácticos que tienen fecha fija. El primero de ellos es la aprobación de las Perspectivas Financieras 2007-2013, que se ha atrasado para otra reunión durante el mes de noviembre. Todos los mandatarios comunitarios coincidían hasta hace poco en que tener arreglada la intendencia era la única forma de contrarrestar el golpe que supuso la congelación del Tratado Constitucional.
En segundo lugar, una mayor precisión sobre el modelo social europeo, cuestionado por Blair y sobre cuya existencia no quedan dudas: eurobarómetro tras eurobarómetro, los ciudadanos aceptan la estrategia de la Agenda de Lisboa para convertir a Europa en la zona más dinámica del planeta en materia económica, pero asimismo recuerdan que el modelo social, al que no están dispuestos a renunciar, se compone de Estado de Bienestar, servicios públicos y diálogo social. Otro problema urgente es la necesidad de tomar medidas conjuntas sobre la inmigración que proviene del Mediterráneo: políticas comunes de visados para reforzar el control conjunto de las entradas y salidas de los estados exteriores a la Unión, acciones de formación para los guardias fronterizos, utilización inmediata de los 40 millones de euros aprobados para ayudar a Marruecos en la gestión de sus fronteras, etcétera.
Por último, apenas queda tiempo para que la UE adopte una posición común sobre lo que va a defender en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio de Hong Kong, a mediados de diciembre. La pasada semana ha sido testigo de las enormes diferencias que existen en su interior sobre la libertad de comercio. El comisario del ramo, Peter Mandelson, hizo una propuesta de rebajas arancelarias sobre productos agrícolas que fue puesta en cuestión por los ministros de Asuntos Exteriores, que acusaron a Mandelson de extralimitarse en sus funciones.
En este contexto, Blair quiere que el Consejo Europeo se enfrente en 24 horas a los problemas de la globalización. El presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, ha intentado apoyarlo con la siguiente reflexión: "Hace cinco años nos preocupábamos de alcanzar a EE UU y Japón. Ahora tenemos que reconocer que China e India nos están pisando los talones". El debate sobre la globalización es difícil y de largo plazo. El profesor de la Universidad de Columbia, Jagdish Bhagwati, eterno aspirante al Nobel de Economía, recuerda (En defensa de la globalización. El rostro humano de un mundo global. Editorial Debate) que los resultados positivos de la globalización son sólo lo que los economistas llaman "tendencia central", pero dejan un margen para los inconvenientes del mercado (por ejemplo, las deslocalizaciones) y hay que contar con mecanismos institucionales para enfrentarnos a esos resultados adversos. ¿Cuáles son esos mecanismos en la UE? Bhagwati reconoce que la transición a una globalización más gratificante requiere un avance cauteloso y una velocidad óptima para los cambios políticos, no una velocidad máxima como las terapias de choque. El patriotismo económico y la defensa de cierto proteccionismo, que están resurgiendo con mucha fuerza en Europa ¿son reacciones a esa velocidad máxima?
En su artículo La globalización: vida y muerte de una ideología, John Ralston Saul opina que "la ilusión neoliberal globalizadora tenía todos los elementos de una fe religiosa. Pero a fuerza de fracasos, hasta los devotos han empezado a dudar. No, el mercado no lo puede todo. Y el Estado nacional ha vuelto a ser un actor de primer plano, para bien o para mal...En realidad, desde hace un tiempo, la mayoría de los ministros de Economía de los países occidentales trabaja discretamente en una regulación parcial de los mercados". Hay debate, aunque éste no parezca tan acuciante como los otros.
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