La prosperidad también vota
El universo de las encuestas ofrece pocas certezas y breves compensaciones cuando se comprueban los aciertos (que tampoco suelen ser numerosos). La medición de las opiniones y el cálculo de la tendencia del voto tiene en Epaña notables ejemplos de error en la predicción que deberían alertar sobre los procedimientos sociológicos y estadísticos aplicados. Por esa razón, el objetivo de Cuando la economía entra en las urnas resulta tan atrayente y complejo al mismo tiempo. Es difícil responder a la pregunta de cuanto influye la situación económica (o la percepción que de ella tienen los ciudadanos) en el voto; aunque el libro no responde con la nitidez o espectacularidad que esperaría un lector no especialista, lo cierto es que la argumentación y conclusiones de la autora revelan lo suficiente como para que su lectura resulte útil.
Cuando la economía entra en las urnas. El voto económico en España (1979-1996)
Marta Fraile Maldonado
Centro de Investigaciones
Sociológicas
ISBN 84-7476-381-9
El texto examina detenidamente las entrañas del voto en España entre 1979 y 1996. El punto de partida es convencional: supone que la atención, información y conocimiento son el recurso de la ciudadanía para decidir ele voto en las elecciones. No podía ser de otra forma, pusto que sin esa premisa -el cálculo racional, en definitiva- no existiría procedimiento alguno para extrapolar el sentido del voto. Una vez admitido el criterio director, el análisis de Marta Fraile recorre provechosamente algunas conclusiones que, con mayor o menor detalle, resultan muy provechosas para el político.
La primera de ellas es que la percepción de la prosperidad económica, más exactamente de las expectativas de una prosperidad económica presente y futura, tienen importancia en el voto. Demuestra que tuvieron mucha influencia en las elecciones de 1986 y 1989 que confirmaron a los gobiernos socialistas. Es curioso -quizá merecería un análisis más detallado- que las expectativas económicas tuvieran tan escada relevancia en las elecciones de 1979. Diríase que los electores percibieron astutamente que en primer lugar era necesario consolidar el sistema democrático y dejar para más adelante las preocupaciones por el buen gobierno de la economía.
La influencia de la economía, explica Fraile, no es permanente; porque del examen del voto en España se desprende que las expectativas económicas perdieron importancia para los votantes a partir de la tercera legislatura del PSOE. El paso del tiempo reduce considerablemente la capacidad de los Gobiernos para explicar el empeoramiento de la situación económica; sucede entonces que otros factores políticos cobran relevancia, sustituyen a la percepción de la economía como argumentos preeminentes para el ciudadano. Y así se llega a situaciones como las de 1.996, cuando el voto desplazó al PSOE del Gobierno y dió la confianza al PP.
En ese momento los votantes relaron la percepción de la situación económica -presente o expectativa futura- a un tercer plano. Resultó más decisivo, dice la autora, el que los ciudadanos llegaran al convencimiento de que la oposición podía hacerlo tan bien como el Gobierno. Es decir, que el PP se ganó la credibilidad que en otras elecciones no tenía.
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