La política educativa de Esperanza Aguirre
Soy el padre de una niña de tres años que vive en un pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid, Serracines, un pueblo que por suerte tiene un colegio, un colegio público, un colegio público que no está anegado por los problemas de la enseñanza pública en esta comunidad.
No hay problemas de masificación, no hay problemas de distancia. Sólo hay un problema: la propia política educativa de la señora Esperanza Aguirre.
Este colegio contaba con dos aulas de educación para los niños de tres años, cada una con 12 alumnos, dos profesoras interesadas en la educación y con ideas y proyectos de trabajo interesantes, y me imagino que todo ello con el beneplácito del señor inspector de Educación. Pero ¡oh sorpresa!, después de casi dos meses de clase, se nos informa de que ese paraíso educativo no puede seguir adelante. Claro, qué nos íbamos a pensar nosotros, que íbamos a tener un programa educativo que para sí lo quisiera el mejor colegio privado...
Sí, señores, después de dos meses deciden juntar a todos los niños de tres años en un aula, se pierde una magnífica profesora, y lo que es peor, se juega, por motivos puramente económicos, con la educación, el equilibrio y el bienestar de niños de sólo tres años, que ahora tienen que afrontar la ruptura de todo un proyecto educativo que había sido diseñado para todo el curso, la pérdida de su profesora y referente, sólo porque no cumplimos con la ratio, y porque hay que ahorrar un sueldo que vendrá muy bien para Dios sabe qué.
Gracias a políticos e inspectores ya no tendremos aulas de Duendes ni de Dragones, y muchos de estos padres, por desgracia, buscarán plaza en colegios privados, ante el fracaso de una política educativa que no se atiene a la lógica, al sentido común, y que no ve a los niños como lo que son, niños, sino como simples números.
Supongo que esto es lo que busca la señora presidenta de la Comunidad de Madrid, que no haya enseñanza pública de calidad.
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