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Vitoria presenta la colección histórica de la cerámica de la Cartuja de Sevilla

El Bellas Artes alavés muestra piezas de la mejor artesanía en loza

La Cartuja de Sevilla, empresa fundada en 1841 en la isla hispalense de igual nombre por un comerciante inglés, es hoy una marca imprescindible en el mundo de la vajilla. También es la primera fábrica de cerámica cuyos fondos han sido declarados Bien de Interés Cultural. El Museo de Bellas Artes alavés presenta hasta finales de enero una selección de aquellas producciones de los siglos XIX y XX que le reportaron fama mundial.

Carlos Pickman fue uno de aquellos avispados burgueses que aprovecharon las ventajas que ofreció a los buenos inversores la Desamortización de Mendizabal (1836). Procedente de una familia británica buena conocedora de los misterios de la loza, Pickman transformó las celdas monacales de un monasterio cartujo en una fábrica que aplicaba las últimas técnicas de estampado (mediante el papel de arroz al vapor); utilizaba planchas de cobre y cinc, grabadas a buril y martillo, y trabajaba con caolín de Saint Austell y carbón de Newcastle.

No tardó en conseguir la fama, sobre todo porque Pickman aplicó una combinación imprescindible para el éxito de su fábrica: "Atendió las necesidades de toda la esfera social: con las producciones para la burguesía y la aristocracia obtenía un reconocimiento que podía mantener gracias a las ventas a las clases medias", recordaba ayer el comisario de la exposición Loza de la Cartuja de Sevilla, Carlos Bayarri.

La muestra, evidentemente, es una selección de aquellos diseños exquisitos que Pickman promocionó antes de 1920. Más de un centenar de piezas integran un recorrido por una artesanía que en este caso es ya expresión artística. La exposición aprovecha la distribución en dependencias de la sala del Bellas Artes para presentar la colección por estilos. Aquí están los jarrones, tarjeteros y platos de inspiración romántica; allí se puede disfrutar de fotos retrospectivas de la fábrica, cuyas instalaciones se reconvirtieron en Pabellón Real durante la Expo 92, y de algunos ejemplares de sus vajillas, con los diseños característicos, que los visitantes siempre reconocen.

El espíritu romántico se manifiesta en un mural de reducidas dimensiones pintado en 1900, una cuidada composición anatómica que también refleja la pasión de los arquitectos sevillanos del momento por integrar estos cuidados trabajos en loza en sus edificios.

Luego están los jarrones, muchos de inspiración modernista y art decó, que en su tiempo causarían más de una sorpresa, como la que provocaron las banquetas de jardín, la solución de Pickman en cerámica para las tórridas noches sevillanas. Su decoración parte, como siempre, de composiciones cuidadas, del gusto de su tiempo (unas más costumbristas; otras, bebiendo de las tendencias modernistas).

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Son piezas populares de gran calidad que reflejan la gran capacidad artesana y artística de los trabajadores de la fábrica, razón de su éxito: lo mismo que terminaban un jarrón único, daban remate a un orinal polivalente.

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