La madre de todos los juicios
Lo importante del juicio contra Sadam Husein no es el juicio en sí y su previsible desenlace, sino el precedente que sienta en una zona del mundo donde tiranías políticas o dictaduras familiares hereditarias constituyen el común denominador de sus regímenes. Por primera vez, un dictador de Oriente Próximo tiene que dar cuenta de sus actos, no ante Alá y ante la historia, como hasta ahora, sino ante sus otrora súbditos en un tribunal de su propio país. Como escribe la periodista árabe Mona Eltahauy en el Herald Tribune, el juicio de Sadam puede producir una catarsis a escala panárabe. "Estamos
tan poco acostumbrados a exigir responsabilidad a nuestros líderes por sus acciones, que la visión de un Sadam teniendo que responder a las acusaciones de asesinato premeditado, tortura, expulsiones masivas y desapariciones puede tener un efecto catarsis, no sólo en Irak sino en todo el mundo árabe". Efecto que ya se ha producido en Siria tras el anuncio de la próxima publicación del informe sobre el asesinato del ex primer ministro libanés, Rafik Hariri, redactado por el investigador de la ONU, Detlev Mehlis. La primera víctima de ese informe ha sido el ministro del Interior sirio, Ghazi Kanaan, que durante años controló los servicios secretos de su país en Líbano y que, aparentemente, decidió suicidarse poco antes de la aparición del informe Mehlis.
Sadam tiene 11 causas pendientes. En la primera se le juzga por el asesinato de 143 personas en Dujail, una localidad chií al norte de Bagdad, tras un intento de asesinato perpetrado por miembros de Al Dawa, un partido entonces proscrito y hoy legalizado, con varios ministros en la coalición que gobierna Irak, entre ellos, el primer ministro, Ibrahim al Yafari, que perdió a su hermano y varios familiares en las represalias ordenadas por el dictador. La gran incógnita es, si dada la magnitud de los crímenes cometidos por Sadam en sus 35 años de tiranía, el Tribunal Especial Iraquí será capaz de impartir justicia o, por el contrario, sucumbirá a la exigencia de venganza exigida por los deudos de sus centenares de miles de víctimas.
Las críticas al proceso ya han comenzado. Las procedentes de los regímenes suníes de la zona constituyen un sarcasmo. Durante tres décadas esos regímenes no pronunciaron una sola palabra de condena hacia los desmanes de Sadam, sin duda para justificar los suyos propios. Sin embargo, las objeciones de organizaciones tan imparciales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional son dignas de ser tenidas en cuenta. Se cuestionan los cambios procesales introducidos en el funcionamiento del tribunal especial desde su constitución hace dos años por las autoridades militares estadounidenses. Se da la paradoja de que las garantías procesales para los encausados eran mayores bajo la autoridad militar americana que con la autoridad civil iraquí. De acuerdo con las antiguas normas, un encausado sólo podía ser declarado culpable, si las pruebas demostraban su culpabilidad "más allá de toda duda razonable". En la actualidad basta con que los jueces se declaren "satisfechos" con esas pruebas para pronunciar una sentencia de culpabilidad. Human Rights Watch, que durante años documentó el genocidio llevado a cabo por Sadam, ha pedido ahora que el tribunal especial que juzga al dictador y a sus cómplices "imparta justicia y no venganza". Pide "imparcialidad, independencia y juego limpio". Y recuerda que la pena de muerte, reintroducida en Irak por el Gobierno provisional iraquí, no se contempla en ninguno de los tribunales especiales establecidos para juzgar crímenes de guerra similares a los de Sadam. Un recordatorio válido para La Haya pero que no encuentra eco en los actuales dirigentes iraquíes, cuyo presidente, el kurdo Yalal Talabani, declaró recientemente que, "Sadam debería ser ejecutado 20 veces, después de admitir, -según Talabani, en los interrogatorios previos al juicio-, que, personalmente, dio la orden" para el gaseo de 5.000 kurdos en Halabya en 1988.
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