De Marruecos a la 'patera' de Piera
Críticas de cuatro de los supervivientes al dueño de la casa en la que murieron cinco inmigrantes tras su hundimiento
"Estábamos durmiendo y mi tío gritó: '¡Que la casa se hunde, que se hunde!'. Bajó la escalera y cuando llegaba a la puerta le cayó encima el techo del primer y el segundo piso. Nosotros quedamos encima de los escombros. Rompimos la parte superior de una puerta a patadas y con una madera y por allí nos escapamos". Los cuatro jóvenes marroquíes que se salvaron del trágico derrumbe del sábado en Piera (Anoia) cuentan apesumbrados lo acaecido. Entre los cinco fallecidos estaba Abdelaziz Zoukemi, tío de tres de ellos, y un amigo íntimo, Redouan Ajout. Cada vez que lo recuerdan, se frotan los ojos sin llegar a entender por qué a ellos la vida les ha dado una segunda oportunidad.
Están enfadados con el propietario del inmueble, el también marroquí Mustafá Afilal, que les cobraba 100 euros por un colchón en una casa patera que compartían 12 personas y en la que hacía obras para meter a más inmigrantes, afirman los heridos.
Los jóvenes cuentan la historia de una vida de pobreza. De su huida de la zona marroquí de Hoseima en patera porque en el horizonte de su país sólo vislumbraban miseria, sobrevivir con el rendimiento de una triste cosecha. Y hablan de una ilusión: quedarse en el primer mundo.
Karim Amarnes, de 16 años; Hamed Amarnes, de 26, y Yosef Bohale, de 26, primos entre sí, sólo llevan entre cinco y seis meses en Cataluña. Apenas entienden algunas palabras en catalán o castellano y están sin dinero, sin papeles, sin documentación marroquí, heridos e imposibilitados para trabajar, que es lo que empezaban a hacer. El cuarto miembro es Bilal Amarnes, un chico de 18 años primo de los anteriores y que tiene a sus padres trabajando en Mallorca. En los últimos tres años ha vivido y estudiado en Piera e Igualada, donde se debía desplazar a pie desde su residencia en Can Francesc, una casa de payés de Sant Jaume Sesoliveres, núcleo de Piera. Aquí vive ahora con los tres jóvenes heridos.Bilal Amarnes, portavoz del grupo por razones de conocimiento del idioma, confirma que la planta baja del edificio que se hundió estaba en obras. "El dueño, Mustafá Afilal, trabajaba con cuatro inmigrantes sin contrato para ampliar la capacidad de la casa. Dos de sus trabajadores fallecieron bajo los escombros y los otros dos están hospitalizados. Quería hacer habitaciones en un semisótano y en la parte trasera del edificio", asegura Bilal. Él era el único que no residía en la casa y aquella noche era el único invitado a la fiesta del Ramadán, que no fue más que una cena entre jóvenes sin apenas trabajo ni dinero.
Los jóvenes conocían a Mustafá Afilal, que era el que les cobraba la mensualidad. Precisamente, la noche anterior al hundimiento, Afilal fue a cobrarles los 100 euros por persona. El mal estado de la casa produjo una especie de revuelta de los residentes, que sólo le pagaron, explican, 50 euros por cabeza porque la vivienda no merecía más.
Hamed y Yosef llegaron hace seis meses a España tras cruzar el Estrecho en una patera porque pagaron 500 euros cada uno. Unos días antes, Karim había logrado entrar en España por el mismo método. De momento, su ilusión sigue siendo quedarse. Están a la espera de saber si se cumple la promesa de Adela Ros, secretaria de Inmigración, que ha pedido que se les den papeles a los supervivientes, y en contacto con el consulado de Marruecos en Barcelona para que les tramite un nuevo pasaporte. Cuando se recuperen volverán a trabajar en el campo o en obras, a tanto la hora, sin contrato, y reclutados por otro inmigrante con más galones que les hace trabajar para terceras o cuartas manos.
Desconectados del mundo, siguen con los preceptos del Ramadán, se recuperan de sus múltiples erosiones en las piernas y brazos, y suspiran por que se solucione el problema de la repatriación de los cuerpos de las víctimas mortales para que puedan ser enterrados en su país.
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