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Columna
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Menudencias

Rosa Montero

Hoy voy a contar un par de menudencias que ni siquiera han sido recogidas en los diarios. La primera: el Metro de Madrid ha impedido durante tres días, del 7 al 10 de octubre, que la Sociedad Protectora de Animales rescatara a un gatito de unos tres meses atrapado en medio de las vías de una estación. Como el aterrorizado animal maullaba desesperadamente, hubo muchos viajeros que denunciaron el caso. La Sociedad Protectora insistió una y otra vez durante los tres días, solicitando permiso para rescatar al gatito a cualquier hora, de día o de noche, cuando los trenes no funcionaran. Pero todo fue inútil. Al cabo, tras remover Roma con Santiago, hablaron con un mandamás del Metro que aseguró enterarse en ese momento de la existencia del gato, y que dijo que ellos mismos lo retirarían al parar los trenes, como siempre hacen con los animales. Pero, si éste es un procedimiento de rutina, ¿cómo es que no dio aviso ninguno de los anteriores responsables con quienes había hablado la Sociedad Protectora? En cualquier caso, para el 10 de octubre el gatito ya no maullaba. Supongo que había muerto. Qué feroz impasibilidad ante el dolor.

La segunda: me cuentan los de la Asociación Cuba en Transición que, "asombrados ante la posible visita de Castro a la Cumbre Iberoamericana, invertimos nuestros ahorrillos en contratar las marquesinas de autobús de Salamanca e imprimir cien carteles". Pero, después de haber pagado, les impidieron poner el anuncio por "motivos políticos". Al final Castro no vino, aunque la Cumbre ha bailado a su son y le ha tratado como si fuera un gobernante más y no un tirano. El cartel imitaba la portada de un periódico, con una foto de balseros y un titular que decía: "Los turistas pagan por ir, los cubanos mueren por huir". Más abajo añadía: "Cada año 150.000 españoles visitan Cuba", "El Gobierno prohíbe a los cubanos entrar en los hoteles y las playas de turistas" y "Más de 10.000 cadáveres descansan en el fondo del mar Caribe". Humildes verdades, en fin, que lamento que no hayan podido decirse en la rimbombante y artificiosa Cumbre. Por qué será que estas menudencias me recuerdan a los inmigrantes negros abandonados a su suerte en el desierto. Es decir, a la enormidad genocida de nuestra indiferencia.

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