Un lenguaje pictórico
Desde que los artistas se alejaron de la imitación de las formas que configuran el denominado mundo real y de la servidumbre de contar historias, cada tipo de arte, cada obra incluso, se dicta sus propias normas. Para poder comprender el contenido y juzgar los valores que poseen aquellas obras que, sumergidas en la abstracción, carecen de una relación paradigmática con los objetos, las acciones o los sucesos de la realidad, recurrimos al análisis de las cualidades sintagmáticas por medio de las cuales se relacionan internamente los diferentes elementos plásticos que configuran la obra. Pero, en muchos casos, esas normas no son explícitas o aparecen enmarañadas, mientras que, en otros, hay que servirse de la comparación con las tipologías estilísticas que ya han consolidado otros artistas para poder entender cómo son.
JUAN OLIVARES
Galería Pilar Parra & Romero
Conde de Aranda, 2. Madrid
Hasta el 26 de octubre
No sucede así con la obra de Juan Olivares (Alcira, 1973), un pintor que compone sus cuadros con elementos generados en su imaginación, es decir, carentes de parangón en la realidad visual cotidiana. Esos elementos sintagmáticos, que en una esquemática enumeración podríamos calificar de líneas, brochazos, tramas y fragmentos coloreados, constituyen un repertorio plástico restringido y coherente que permite al artista multitud de combinaciones, superposiciones y articulaciones. En este sentido los cuadros abstractos de Olivares poseen cierta estructura sintáctica con la que ha construido un lenguaje personal autónomo y claramente reconocible. Estos cuadros así realizados tal vez no lleguen a aportar nada al triste panorama del arte español pero, al menos, se salvan de caer en el despropósito del "todo vale".
Sin duda, partir de una estruc
tura sintáctica, por simple que ésta sea, permite establecer pautas de lenguaje y avanzar con cierta coherencia sobre lo que se ejecuta. Es aquí donde el trabajo de Juan Olivares empieza a tener interés ya que de la combinación más o menos controlada de estos elementos ha llegado a destilar unas "pinturas de suelo" que prometen recorrer un buen camino. Se trata de unas piezas realizadas con elementos materiales, como listones de madera, recortes de goma y flejes metálicos, con los que construye composiciones muy simples que, pintadas con colores saturados, son como trazos o gestos plásticos que han abandonado los límites del cuadro y se han solidificado, pudiendo ocupar el suelo, como cualquier otro objeto. A caballo entre la pintura y la escultura, estas piezas, muy simples, poseen fuerza y espontaneidad. Si hubieran surgido como guiños ingeniosos o como un capricho no pasarían de poseer el valor de lo anecdótico, pero dentro del lenguaje que ha consolidado en sus pinturas son como versos sueltos, como metáforas aforísticas que apuntan hacia nuevas posibilidades.
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