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Imágenes de la desesperación

La última encuesta del Instituto Opina publicada por este periódico sitúa la inmigración en primer lugar entre las preocupaciones ciudadanas. Es sobre todo significativo que en apenas un mes el porcentaje de ciudadanos que señalan a la inmigración irregular como el principal problema haya pasado del 26,1% al 51,9%, situándose así esta cuestión en el primer lugar de la relación de problemas, por delante incluso del paro. Seguramente, lo relevante de esa opinión es que no se trate sólo de una mera percepción coyuntural motivada por los dramáticos hechos de Ceuta y Melilla.

Las imágenes ofrecidas por las televisiones en las que hombres y mujeres trataban de saltar las vallas que les permitirían su entrada en Europa han mostrado claramente la situación terrible por la que atraviesan. Nos enfrentamos ante un drama que exige una amplia visión de las cosas y una amplia cooperación internacional para empezar a vislumbrar la solución a un problema muy serio.

Ante todo, es imprescindible partir de un hecho cardinal. Los intentos masivos y coordinados de entrar en las ciudades de Ceuta y Melilla son un fenómeno nuevo, como lo es el creciente recurso a la fuerza física empleado por los emigrantes a la hora de escalar las vallas en sus intentos de alcanzar el territorio español. Pero el fenómeno de las migraciones que está en el origen de ello viene de más lejos y tiene sus raíces en la situación endémica de los países de origen.

África es el único continente cuya pobreza ha aumentado en las últimas décadas y cuyo pequeño porcentaje del mercado mundial ha disminuido aún más. El continente recibe menos del 1% de las inversiones extranjeras directas del mundo. Millones de niños están desprovistos de alimentos y de educación, no tienen acceso a los servicios sanitarios y muchísimos de ellos mueren de hambre o de enfermedades, y pandemias como el SIDA/VHI representa una amenaza letal para el futuro de toda la población.

Desde 1946, África ha tenido no menos de 73 conflictos armados. Ninguna otra región del mundo ha sufrido tantas guerras. Desde 1990, 19 conflictos han surgido en el continente en 17 localidades diferentes. Innumerables personas han muerto en estos conflictos, la mayoría de ellas civiles. De los 19 que existen actualmente en el mundo, seis están en África.

En este negro panorama existen actualmente signos del proceso de democratización de algunos países del continente; nunca antes ha habido tantas elecciones democráticas en los países africanos que cumplan con los niveles internacionales exigidos ni transiciones pacíficas después de unas elecciones. Pero es obvio que esto no es suficiente.

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La preocupación de la Unión Europea ante los problemas de África es relativamente reciente, probablemente porque sólo un número limitado de los países que la integran tienen un pasado colonial. Pero, la importancia estratégica de África para Europa ha aumentado, sobre todo en un contexto internacional, en un mundo interdependiente en el cual la UE quiere y debe ser referente de seguridad y solidaridad.

La comunidad internacional debe actuar para paliar esta situación. A plazo inmediato, para paliar la situación, y a medio y largo plazo para solucionar las causas estructurales que la provocan.

El reforzamiento de los mecanismos conjuntos entre Marruecos y España de control de fronteras y de las entregas excepcionales de inmigrantes sin papeles acordadas entre estos países es solo una medida coyuntural. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha alertado de que los problemas de Ceuta y Melilla rebasan los alcances del Estado español y que tratar de contener esos flujos drásticamente no va a funcionar: "No es arrestando gente como se va a resolver esta cuestión sino, más bien, respetando sus derechos humanos".

La Asamblea celebrada los días 20 y 21 de septiembre pasado en Bruselas con parlamentarios de países europeos y africanos, representantes de los gobiernos de ambos continentes y organizaciones internacionales no gubernamentales, ha debatido este problema. La propuesta más importante que ha surgido de este encuentro es que organizaciones tales como la UE o la OTAN junto a la Unión de África y Naciones Unidas ofrezcan a los países africanos asistencia técnica y financiera para que ellos mismos alcancen una posición desde la que resolver los problemas de su continente. Asimismo, se planteó la necesidad de realizar una intervención extranjera directa ya sea desde una base multinacional o dada por país a país individualmente.

La UE se ha comprometido a ayudar a España y Marruecos y a celebrar una Conferencia para abordar a fondo las causas y las consecuencias de la emigración africana hacia Europa. Se ha aprobado una nueva estrategia que se basa en la propuesta de la Comisión de elevar las ayudas oficiales al desarrollo desde el 0,36% del PIB actual al 0,7% en 2015. Un nuevo compromiso que significará unas ayudas adicionales para África de 10.000 millones de euros hasta 2010.

El presidente de la Comisión de la Unión Africana, Oumar Konaré, ha expresado un cierto pesimismo ante estas intenciones, pero la comunidad internacional no puede permitirse fracasar en este nuevo reto. Las cifras más moderadas señalan que más de 30.000 emigrantes africanos acuciados por la desesperación esperan una oportunidad para entrar en Europa. Otros muchos millones, ni siquiera pueden plantearse ese arriesgado salto, ni siquiera tienen la posibilidad de huir de la frustración, de la miseria y de la muerte.

Es necesario que las instituciones no fallen a la hora de cumplir esos compromisos. Para garantizarlo es preciso la concienciación ciudadana y el control y la alerta social. No podemos consentir que la irresponsabilidad y el egoísmo se sigan cobrando injustamente tantas vidas de seres inocentes.

Emelina Fernández Soriano es senadora, miembro de la Asamblea Parlamentaria de la UEO.

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