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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sólo 48 horas de libertad

El premio de interpretación para Juan José Ballesta en la reciente edición del festival de San Sebastián, conseguido por su trabajo en esta última película de Alberto Rodríguez y sin lugar a dudas radicalmente injusto a tenor de la comparación con otros trabajos allí vistos y de mucha mayor enjundia, sirve no obstante para poner en evidencia un hecho sin el cual probablemente no se explicaría un filme como 7 vírgenes.

Porque, de alguna manera, y con permiso de la mayor sorpresa que aporta la visión de 7 vírgenes (la caracterización de un chaval desconocido, Jesús Carroza, que literalmente se roba la función), el filme empieza y acaba en el cuidadoso retrato del personaje que interpreta Juan José Ballesta.

7 VÍRGENES

Dirección: Alberto Rodríguez. Intérpretes: Juan José Ballesta, Javier Carroza, Vicente Romero, Alba Rodríguez. Género: drama criminal, España, 2004. Duración: 86 minutos.

En él empiezan, se explican y se acaban no sólo el arco temporal y las peripecias que el filme abarca -esas 48 horas de libertad que obtiene un chaval delincuente para asistir a la boda de su hermano, ese reencuentro con el barrio y sus, digamos, circunstancias; esa puerta abierta hacia la nada-, sino la lección que esos dos días dejan en el ánimo del protagonista.

Porque todo lo que se negocia en esta ficción que se parece mucho a otras sobre el mismo tema (es una tendencia recurrente en el cine español, desde Los chicos y Los golfos, el periódico abordaje de la vida de los jóvenes de barrio, el acercamiento a sus carencias, a la falta de horizontes que parece presidir su vida), tiene que ver con ese personaje, a quien Ballesta presta no un gran trabajo de creación, pero sí al menos una mirada endurecida y un gesto hosco, de prematuro vencido.

Y como no podía ser de otra manera, lo que la película irá desgranando, un tanto con cuentagotas (y no siempre demasiado bien explicado: no hay más que ver las actitudes del hermano el mismo día de su boda) no es otra cosa que lo ya visto en otros filmes, ese mundo condenado de antemano, esas existencias tan prematuramente rotas y que, sin embargo, se niegan a aceptar de buen grado una derrota segura. No hay en esto ninguna sorpresa: si acaso la hay, y no poca, en el episodio que de alguna manera clausura todo el sentido de la película, la irrupción de lo inesperado, del azar siniestro que es, también, el estallido de la tragedia.

Comprensión y simpatía

Lo que hay que agradecer al director, Alberto Rodríguez, es que no pretenda contar nada más (ni nada menos, claro) que lo que muestra. No hay en el filme ningún deseo de profundizar en las razones de esas familias desestructuradas y carentes de una visión del mundo que vaya más allá de la mera supervivencia, ni en mostrar quimeras ni ilusiones que vayan más allá del mero ir tirando.

Y en todo caso, es un logro, y no menor, el haber sabido captar el tono de la vida de las clases populares, de los jóvenes; el mostrar sin tapujos los lugares en los que viven, las (pocas) cosas que los mueven, sus escasas ilusiones; y hacerlo con una vivacidad no exenta de cierta dosis de comprensión y simpatía. Y si el resultado de esa visión es descorazonador, es sencillamente porque se parece a la vida misma.

Juan José Ballesta y Alba Rodríguez, en un fotograma de <i>7 vírgenes.</i>
Juan José Ballesta y Alba Rodríguez, en un fotograma de 7 vírgenes.

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