Bagdad y Teherán niegan las denuncias
El Gobierno iraní ha calificado de "mentiras" las acusaciones británicas de que proporciona armas a la guerrilla iraquí, directamente o a través de la guerrilla libanesa Hezbolá, mientras que el Ejecutivo de Bagdad aseguró que las relaciones con su vecino eran "muy cordiales". "Algunos intentan dañar estas relaciones, pero no lo conseguirán", aseguró el primer ministro iraquí, el chií Ibrahim Yafari en declaraciones a la televisión iraní.
"Es una mentira", aseguró por su parte el portavoz del Ejecutivo de Teherán, Hamid Reza Asefi. "Los británicos son la causa de la inestabilidad y de la crisis en Irak. Hemos dejado muy clara nuestra posición varias veces: nuestro interés es un Irak estable", agregó en declaraciones a la televisión oficial.
La guerrilla Hezbolá -el Partido de Dios-, que opera en el sur de Líbano con el apoyo de Irán y Siria, negó también de forma rotunda las alegaciones, que calificó de "pretextos para justificar la inestabilidad crónica en el sur de Irak". Esta zona del país, bajo mando británico, está dominada por los chiíes, que forman la inmensa mayoría de la población.
Las acusaciones británicas contra Teherán, primero a través de un funcionario y ayer a través del primer ministro, Tony Blair, no son nuevas, aunque sí su intensidad. El secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, acusó hace unas semanas a Teherán -una bestia negra para los sectores más conservadores de Washington- de proporcionar a la guerrilla iraquí sofisticados explosivos, capaces de traspasar los blindajes de los vehículos de EE UU.
Programa nuclear
Esta ofensiva se produce también en medio de las complicadísimas discusiones en torno al programa nuclear iraní, que Teherán se niega a desmantelar pese a las presiones de la UE y de Washington. Los halcones estadounidenses, que han llegado a barajar incluso la posibilidad de una intervención, aseguran que el programa civil no es más que una tapadera para un programa militar encubierto.
Enemigos durante la época de Sadam Husein, enfrentados en una larga y sangrienta guerra (1980-1988), las relaciones entre Irak e Irán cambiaron radicalmente tras la invasión estadounidense del país. Irán e Irak son dos países de mayoría chií y las élites religiosas de los dos Estados están profundamente relacionadas -las ciudades santas del chiísmo, Nayaf y Kerbala, están situadas en Irak-. Salvajemente perseguidos durante la dictadura de Sadam, los chiíes han hecho prevalecer su mayoría para hacerse, junto a los kurdos, con el control del Gobierno iraquí.
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