Chile en la retina
El Museo de América convoca a algunos de los mejores pintores del país andino en una muestra marcada por la pluralidad
Chile, el país andino que mira hacia el océano Pacífico, trae hasta el Museo de América en Madrid la mejor pintura de algunos de sus mejores artistas plásticos, para unirla aquí a la de aquellos otros que enraizaron en España -Madrid y Cataluña- al exiliarse después del golpe del dictador Augusto Pinochet, en 1973. La exposición Chile, pintores contemporáneos, muestra obras selectas de los principales estilos germinados en el país americano en la segunda mitad del siglo XX.
El comisario de la muestra es Carlos Vásquez, establecido en San Lorenzo de El Escorial quien, junto con su compañera Dolores Walker, forma parte del elenco de los artistas chilenos de mayor nombradía, con Roberto Matta, Claudio Bravo, Roser Bru, José Balmes y Gracia Barrios, cuyas obras se funden en esta exposición única, que brinda una visión secuencial y panorámica de la pujante creación pictórica de Chile.
Un importante núcleo de artistas enraizó en España al exiliarse tras el golpe de 1973
El denominador común de los autores convocados es su formación académica, herencia del desarrollo socio-político de Chile a partir de la segunda década del siglo XX, gracias a la presión social y al inicial impulso político de políticos como el ministro Pablo Ramírez. Este político había decidido en 1928, de manera sorprendente, clausurar temporalmente la Escuela de Bellas Artes, y enviar a su profesorado a formarse a Europa para fortificar así, con aires nuevos, las academias chilenas.
Aquella decisión dotó a los pensionados chilenos en el extranjero -y a sus futuros alumnos- de una familiaridad evidente con las vanguardias cosmopolitas europeas, la española incluida. Tal sintonía se ha desarrollado desde entonces y distingue al arte chileno hoy -tras una primera etapa de acentuada mímesis con las escuelas francesas y expresionistas alemanas- con un troquel ya propio, muy singularizado por valores estéticos propiamente americanos.
Su impronta se aprecia en la obra de Ramón Vergara Grez, cuyas geometrías cromáticas evocan el quehacer de Mondrian, geometrías que adquieren todo su vigor abstracto en Matilde Pérez, Mario Carreño y en la silenciosa cromática de Angélica Quintana. Nemesio Antúnez incorpora a su Estadio negro la fuerza de una visualidad rotunda, mientras que Dolores Walker impregna de lírica su obra, en la que el cristal hace resonar en cada trazo la musicalidad que de su pincel tan mansamente brota.
Capítulo especial cobra la pintura de trasunto político, donde José Pepet Balmes y, sobre todo Carlos Vásquez -autor de una bandera transformada en pala zapadora que se convirtió en emblema del arte comprometido- ponen su dominio de la plástica al servicio de mensajes democráticos y antidictatoriales. El resultado cobra tan brillante hechura que el visitante puede comprobar que ha resistido con entereza y entidad artística -plena de necesaria actualidad- los cambios políticos sobrevenidos en Chile.
La figuración adquiere expresión suprema en Claudio Bravo, cuyas cebollas del lienzo Onions frisan la perfección formal. Exponentes de la penúltima gran hornada de arte contemporáneo chileno, como Aldo Bahamonde, Raúl Eberhard, Benjamín Lira, Benito Rojo, Jorge Salas, Enrique Zamudio, Mireya Larenas o Pablo Domínguez, emancipados de sus primeras tutelas, despliegan su hondo sentido de la libertad, en un zafarrancho de pluralidad reconfortante y expansiva. Mención singular merece Torso de hombre, de Concepción Balmes, cuya desenvoltura en la bisagra donde los universos matérico y cromático difuminan sus fronteras destella una sabiduría adquirida a pulso, como en los casos de Bororo, Eduardo Bonati, Iván Vial, Gonzalo Cienfuegos, Patricia Israel, Sammy Benmayor y Guillermo Núñez.
La exposición itinera el 30 de octubre a Chile y se configura como un espléndido testimonio del mejor arte latinoamericano.
Pintores chilenos contemporáneos. De 9.30 a 20. Domingos, de 10.00 a 14.00. Entrada gratuita. Museo de América. Avenida de los Reyes Católicos, 6.
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