_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Velocidad y tabaco

Vivimos en un mundo paradójico, al menos en esta mitad del planeta en la que el petróleo es más caro que la sangre y, en las aduanas, a las tarjetas de crédito se les hacen menos preguntas que a los pasaportes. Es decir, que los buenos negocios siempre tienen razón. Lo demuestra esa ley contra el tabaco que acaba de aprobarse y que, si se mira bien, lo que consigue es que los fumadores sean ilegales y el tabaco legal, puesto que una cajetilla se compra en cualquier parte, mientras que encontrar un lugar en el que fumársela va a ser, a partir de ahora, más difícil que descubrir un chino en la Ilíada. Será porque como el tabaco es malo para la salud pero bueno para la economía, ha habido que buscarle a la cosa ese punto intermedio entre la verdad y el interés, que es la corrección política. Que, por cierto, en este tema ha llegado tan lejos que hasta se ha querido prohibir hacia atrás y, por ejemplo, quitarle a Paul McCartney el cigarrillo que llevaba en la mano en la portada de Abbey road y hay quien propone también que las películas antiguas sean retocadas, porque en ellas se da una visión romántica del tabaco. Ya ven, cualquier día pondremos Casablanca y allí estará como siempre Humphrey Bogart, junto a Ingrid Bergman, sólo que en lugar de darle una calada al cigarrillo se comerá unos puerros crudos. Eso será para cuando el Quijote empiece: "En un lugar de Castilla-La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...". O también lo puede demostrar otra ley reciente, la de tráfico, que castigará con dureza a los conductores que sobrepasen el límite de velocidad, que en las autopistas es de 120 kilómetros por hora, pero permite sin ningún problema que los fabricantes sigan haciendo coches que alcanzan los 250, o más. "Hacemos auténticos bólidos", vienen a decir las campañas publicitarias de las escuderías. "Compre uno, pise el acelerador y creerá que vuela". ¿No es muy raro?

Pero si en este cibermundo hay una paradoja tan cruel que más que paradoja parece una simple estafa, es la que hasta ayer mismo provocaban las compañías de teléfonos móviles y los aparcamientos públicos: ya saben, ese asunto inaudito de cobrarte las llamadas por minutos, en lugar de por segundos, y de medir el tiempo que ocupas una plaza de garaje por fracciones de hora, en lugar de por minutos, con lo que los que hablan poco o se detienen poco, pagaban una y otra vez por lo que no hablaban y no aparcaban, lo cual es surrealista. Y luego dicen los poetas que el tiempo es algo etéreo y abstracto. Qué va, el tiempo es oro, sobre todo para los que en lugar de medirlo en minutos y con un reloj lo hacen en euros y con una caja registradora. O lo era, porque la Audiencia Provincial de Madrid acaba de declarar ilegal ese atraco llamado redondeo al alza que, hasta ahora, han estado llevando a cabo impunemente los propietarios de los estacionamientos, con lo que da respuesta a la demanda presentada en su día por el Instituto Nacional del Consumo, dependiente del Ministerio de Sanidad. Si esa sentencia se cumple en la práctica, y no sirve como simple disculpa para que los aparcamientos aumenten sus tarifas y así saquen por la izquierda lo que antes sacaban por la derecha, una ciudad como Madrid, que cada vez es más intransitable, obtendrá un seguro beneficio.

De hecho, los aparcamientos deberían ser muchísimo más baratos, lo suficiente como para suponer una invitación a dejar los coches lejos de los centros de la ciudad. A lo mejor es que el tráfico no se soluciona haciendo más carreteras, sino más aparcamientos. O cobrando más barato el transporte público. Aunque ¿es rentable solucionar el problema del tráfico? Tal vez si, como en este caso, las leyes que se dictan pensaran siempre en las personas y, después, en los negocios, éste sería un mundo más sensato y más habitable. Puede que al tabaco y a los coches se les debiera hacer lo mismo que a los aparcamientos y las compañías de teléfonos, sólo que al revés: igual que no es lógico que nos cobren por lo que no hablamos o no aparcamos, tampoco lo es que nos vendan más coche del que vamos a poder usar o más tabaco del que va poder fumarse un adicto a la nicotina. ¿Por qué vulnera la ley el que corre a más de 120 y no el que fabrica el coche capaz de hacerlo?

Eso sí, el año pasado se han batido todos los récords de ventas de automóviles en nuestro país. Un buen negocio, sin duda.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_