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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La fiebre de los restaurantes de hotel

Poco a poco, los barceloneses van corrigiendo un viejo error que consistía en desdeñar los restaurantes de los hoteles. Hace tan sólo unos años, sólo se concebía comer en un restaurante de hotel si se era un turista despistado de paso por la ciudad, pero ahora, después de unos años que han supuesto la consagración internacional de la gastronomía española, hemos pasado de la nada a la abundancia, refrendada además por una serie de proyectos que son la mejor garantía de que el panorama continuará mejorando en el futuro.

El indicio de que algo estaba cambiando en Barcelona llegó hace unos cinco años con la inauguración del Drolma, un lujoso restaurante nacido del buen hacer del cocinero Fermí Puig que está instalado en un espacio privilegiado del hotel Majestic, en pleno paseo de Gràcia. Hoy el Drolma, que goza de una estrella Michelin desde 2002, está consolidado al alza y Fermí Puig consigue que la estrella que luce en sus hombreras brille de un modo especial cuando llega la gloriosa temporada de la trufa blanca (de octubre a diciembre) o cuando en verano estalla el esplendor de la sublime caldereta de langosta que prepara en sus fogones.

En Barcelona todos los años se anuncian nuevos proyectos hoteleros que cada vez tienen más en cuenta la cocina de sus restaurantes

Dentro de este ámbito de los restaurantes de hoteles, el paseo de Gràcia se está llevando la palma, ya que se anuncia para dentro de unas semanas la llegada al hotel Comtes de Barcelona de una cocina firmada por el prestigioso cocinero Martín Berasategui, cuyo restaurante en el País Vasco está galardonado con tres estrellas Michelin. Será cuestión de estar atentos a la siempre interesante aportación vasca. No muy lejos, en la calle de Rosselló, el supermoderno hotel Omm acoge un restaurante llevado por los hermanos Roca. Si a su excelente restaurante de Girona hace ya tiempo que se le han quedado pequeñas las dos estrellas, el restaurante del centro de Barcelona multiplica las posibilidades de gozar de su primorosa cocina. Tan sólo unas calles más arriba, allí donde el paseo de Gràcia se angosta para adecuarse a las medidas más discretas del barrio de Gràcia, el hotel Casa Fuster, un cinco estrellas monumental construido en 1908 por el arquitecto Lluís Domènech i Muntaner, ofrece también la posibilidad de comer en un cuidado ambiente modernista.

Si ampliamos el mapa de Barcelona, hay más nombres de hoteles de restaurantes que tener en cuenta, por supuesto. Tenemos, por un lado, al inquieto Sergi Arola, que ha trasladado parte de la imaginación exhibida en el restaurante La Broche, de Madrid (merecedor de dos estrellas Michelin), al restaurante del hotel Arts, en el Puerto Olímpico, y por otro, al cocinero Romain Fornell, que ha elevado el listón gastronómico del hotel Ritz a partir de la cocina del restaurante Caelis. Carles Gaig hace ya unos meses que renunció a su agradable restaurante del barrio de Horta para, siguiendo el espíritu de los nuevos tiempos, asentarse en pleno centro, más concretamente en el hotel Cram, en plena calle de Aragó. Hay que recordar que Carles Gaig tiene una estrella Michelin desde el año 1993 y que procede de una familia de fondistas que se había asentado en Horta desde 1869. El signo de los tiempos, sin embargo, le ha llevado a esta nueva dirección, más céntrica y al amparo de un hotel.

Para un futuro inmediato, se anuncian dos proyectos que tener en cuenta: el cocinero Ramon Freixa, por una parte, llevará al restaurante del Grand Hotel Central, situado junto a la catedral de Barcelona, su cocina, que ya ha cosechado elogios en la parte alta de la ciudad; y Xavier Pellicer, del restaurante Àbac, se prepara para dar un salto espectacular a partir del próximo año. Pellicer, forjado en los fogones del Racó de Can Fabes, abandonará su actual escenario en el barrio del Born para trasladarse al número uno de la avenida del Tibidabo, en una finca que fue propiedad del célebre doctor Andreu y que, además de ser uno de los escenarios de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, acogió durante muchos años a la hija del doctor Andreu, Madronita. Protagonista de una lujosa y viajera vida, la afición al cine de Madronita hizo que rodara numerosas películas de 16 milímetros que ilustran la vida de la burguesía catalana de la época. Quién sabe si el ambiente selecto de aquellos años podrá recuperarse en este nuevo hotel-restaurante situado en el que fue epicentro de la nueva proyección de la bautizada por Eduardo Mendoza como "ciudad de los prodigios". La acreditada estrella Michelin de Xavier Pellicer lucirá probablemente mucho más en esta selecta avenida que se encarama por las faldas del Tibidado, y más teniendo en cuenta que el hotel, proyectado por el arquitecto Antoni de Moragas i Spa, contará con nueve suites de lujo.

Es evidente que soplan nuevos tiempos para el turismo y para la gastronomía barceloneses. Todos los años se anuncian nuevos proyectos hoteleros y cada vez los hoteleros tienen más en cuenta la cocina de sus restaurantes. No hay para menos en unos momentos en los que la cocina española, de la mano de Ferran Adrià, se encuentra en su punto más alto. Esos nuevos restaurantes presentan además una notable ventaja, la de poder quedarse a dormir en el mismo lugar de la comilona; es decir, en el escenario del crimen. Toda una tentación en estos tiempos en los que conducir de regreso a casa con unas copas de más puede ocasionar múltiples problemas y unas cuantas multas.

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