_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un pacto obligado

JOSEP TORRENT

Da no sé qué ver al consejero Blasco exigiendo a la oposición y al mundo mundial un acuerdo en torno al urbanismo, como si él fuera el arcángel San Rafael venido del más allá para guiar a los mortales por la recta senda de la ordenación del territorio cuando, como es notorio, buena parte de este desaguisado es responsabilidad suya, aunque sólo sea por los muchos trienios que lleva en el machito.

Que urge un acuerdo sobre la ordenación del territorio es obvio, pero que la mejor manera de conseguirlo sea desde la prepotencia, el desplante y la intoxicación mediática a la que tan alegremente se prestan algunos es, como mínimo, difícilmente digerible por la sociedad y no digamos ya por la oposición.

Más información
El Consell busca un pacto urbanístico con el PSPV y ofrece revisar tres leyes

La depredación del territorio de la Comunidad Valenciana es la consecuencia de una política acentuada en estos diez últimos años por la aplicación de la LRAU, cuyo reglamento el PP nunca se tomó la molestia de redactar. Para qué. Las generales de la ley convenían al Consell porque generaban crecimiento económico y puestos de trabajo a un ritmo imposible si la apuesta hubiera sido la industria tradicional valenciana. Y, sobre todo, convenían a los promotores. Tenían solares libres y desregulados para, con las connivencias municipales y autonómicas apropiadas, ir tirando de PAI. La Generalitat sacaba músculo y los Ayuntamientos dinero para satisfacer las exigencias de unos vecinos cada vez más necesitados. No hay que olvidar en este listado a los cargos públicos presuntamente corruptos que, caritativamente, el ministro Sevilla reducía a un 5% (Pasqual Maragall también creía que la comisión que recibía algún partido de las contratas públicas no pasaba del 3%)

En consecuencia, los interesados en que la LRAU siguiera como estaba no eran pocos. El ladrillo hacía crecer el PIB, nutría las arcas municipales y, presuntamente, siempre presuntamente, proporcionaba oxígeno a algunas organizaciones políticas situadas al borde de la asfixia. Pero en esto llegó Europa y empezó a meter las narices en este país de las maravillas, ciudadanos que dijeron basta y algunos medios de comunicación -pocos- que se escandalizaron ante la altanería de unos promotores que hablaban de pelotazos como si fuera la cosa más habitual del mundo (para ellos, sin duda alguna).

Y sólo entonces el Consell mandó a Blasco, convertido en arcángel San Rafael, a mostrar la Ley Urbanística Valenciana a los descreídos y también pecadores de la oposición, les mostró los poderes de los promotores (como si no los conocieran) y, para rematar, expandió algunos virus. Todo con el fin de lograr que los chicos del PSOE le vieran como un arcángel y no como el consejero que es. Pero algunos se resisten a ver diamantes donde sólo hay hielo. Son unos descreídos. Pero saben que tienen que pactar. Falta por acordar el cómo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_