Puertos y naturaleza
En 1999 el Departamento de Transportes gastó 380 millones de las antiguas pesetas en el relleno de una parte del puerto de Ondarroa. Prácticamente concluida la obra, un juez dictaminó a favor de los vecinos, obligando al Gobierno vasco a dejarlo en las condiciones anteriores, con lo que las constructoras ganaron el doble. Nadie ha dimitido ni se han exigido responsabilidades. Este mes debían comenzar las obras del nuevo puerto de Mutriku, con una inversión de 60 millones de euros. Se pretende justificar con un puerto para mercancías, cuando el calado es pequeño, la superficie insuficiente y las conexiones pésimas.
Pero lo peor son las consecuencias sobre el litoral, ya que se transformará lo que hoy es playa en un gran polígono de mercancías. Difícilmente se puede llamar inversión al dinero tirado al mar, que no generará riqueza ni empleo y tendrá el dudoso honor de ser el proyecto que degeneró para siempre un entorno natural que es el mayor atractivo turístico de Mutriku.
En abril la Audiencia Nacional admitió a trámite la denuncia de una plataforma ecologista local por incumplimiento de leyes. Aunque la prudencia invite a paralizar las obras hasta que los jueces resuelvan, su inicio es inminente. La historia de Ondarroa puede repetirse, pero esta vez las ganancias de las constructoras se multiplicarían por diez y el daño medioambiental sería irreparable. Todavía estamos a tiempo de que esto no ocurra.