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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Industria averiada

La industria automovilística española atraviesa periódicamente por espasmos de crisis que se manifiestan en caídas de la producción, recortes de empleo y llamadas angustiadas al Gobierno para que remedie con medidas fiscales los problemas que se generan en el mercado. Es comprensible la inquietud que despiertan estos estrangulamientos, porque afectan a una industria que aporta el 5,8% del PIB y ocupa el séptimo lugar en la producción mundial y el tercero de Europa. Los perfiles de la crisis actual difieren poco de las anteriores. La producción de las plantas instaladas en España ha descendido casi el 9% en ocho meses y la exportación de turismos se ha desplomado el 12,4%. De nuevo se extiende el pánico a la huida de la producción hacia países con salarios más bajos o fiscalidad más favorable, y las empresas se disponen de nuevo a ajustar plantillas y a aumentar las horas de trabajo.

El automóvil es un mercado maduro, con serios problemas de rentabilidad. En el caso español, se da la circunstancia -por cierto, de manual- de que las ventajas competitivas en salarios y fiscalidad que llevaron a las grandes firmas mundiales a instalarse aquí en el periodo que va desde los años sesebta a los ochenta han sido anuladas y superadas por los países asiáticos y de Europa oriental. El diagnóstico está claro, pero la solución, que la producción en España aporte valor añadido y mejor tecnología, no acaba de aplicarse, en parte porque las compañías matrices tampoco han sabido resolver totalmente el problema en el resto de sus producciones. El resultado es la permanente amenaza sobre el empleo y la sensación incómoda de que en cualquier momento la producción automovilística española será trasladada a otras economías que producen tan barato como lo hacía España en otros tiempos.

Mientras no se ajusten los mercados mundiales para que se diferencien las producciones de alto valor añadido, coches caros y cilindradas altas, de las que se producen con costes más baratos, las crisis periódicas deberán salvarse con parches circunstanciales, negociación laboral y, si cabe, presión desde el Gobierno. El Ministerio de Industria español debería relacionarse más activamente con los fabricantes; quizá los dos observatorios recientemente creados en los que participan el Gobierno, sindicatos y empresas, permitan regular mejor los pánicos cíclicos de esta industria.

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