Asturias enloquece con su Nano
Miles de aficionados celebran el triunfo de su paisano en todo el Principado, invadido por una marea azul y amarilla, los colores de su bandera
Asturias anocheció convertida en una fiesta. Y Oviedo, la ciudad natal de Fernando Alonso, desde ayer el más joven campeón del mundo de fórmula 1 de la historia y el primer español en alcanzar el olimpo del automovilismo, lo hizo de modo multitudinario, como una ingente marea azul y amarilla -los colores institucionales del Principado de Asturias y también los de la escudería Renault- que tomó las calles de la capital asturiana con una riada de sentimientos desbordados.
A las 20.32 de la noche, las calles de Oviedo, hasta entonces, casi vacías, se convirtieron en las arterias de una romería gigantesca camino de la plaza de América. Fue un estallido colectivo. Hubo cohetes, pólvora, música, alborozo y también lágrimas. La emoción contenida afloró por donde pudo.
"Gracias por hacer realidad nuestros sueños" rezaba una pancarta en el atestado auditorio
El himno oficial de la comunidad, el Asturias, Patria Querida, un canto que une a los asturianos de cinco continentes, fue coreado por los más de 2.000 aficionados que saturaron el Auditorio Príncipe Felipe, convertido desde el debut de Alonso en la F-1 en el gran templo de la alonsomanía y que ayer vibró en un atronador estallido de felicidad cuando el piloto ovetense, el Nano, cruzó tercero la meta y coronó una carrera meteórica que ha devuelto a los asturianos el orgullo y el aliento, en una comunidad que acumula 50 años de declive industrial y en la que varias generaciones han nacido y crecido en un clima de derrotismo.
Por eso, gestas como la de Alonso tienen en Asturias un efecto catalizador que desborda el estricto ámbito de la mera competición deportiva. Integrantes de peñas alonsistas de varias comunidades, estudiantes de Medicina procedentes de otras autonomías que preparan en Oviedo los exámenes del MIR, forofos llegados de distintos puntos de la península, y aun de Ceuta, se sumaron ayer en el auditorio ovetense a la gran fiesta. El Ayuntamiento se vio obligado a duplicar el aforo, uniendo dos salas para poder acoger a los aficionados, todos atildados con banderas de Asturias, camisetas, viseras, collares análogos a los del Descenso del Sella y también, en algún caso, trajes típicos regionales confeccionados exclusivamente con los colores azul y amarillo del Principado y de Renault, así como a un enorme despliegue de medios de comunicación nacionales y extranjeros.
Y entre los brazos en alto, los saltos de alegría, las ovaciones y los sones del himno que el cantante ovetense Melendi compuso en homenaje a su antiguo compañero de instituto, bastó el cruce de meta del R-25 para que en la gran sala de audiciones emergiera acaso la pancarta que mejor supo expresar tantos sentimientos contenidos: "Fernando, gracias por hacer nuestro sueño realidad". No fue el Auditorio ovetense la única magna concentración de aficionados. Otros miles de asturianos siguieron la retransmisión en otras pantallas gigantes instaladas en el Centro Municipal de Gijón-Sur, en el barrio de El Cobayu (Ribadesella), en una concentración de coches en Piloña, en Santa Eulalia de Cabranes y en otras localidades. Y la marea se contagió al resto de España. Así lo demuestra el medio millar de aficionados que acudieron a celebrarlo a la Cibeles.
Y no hubo prácticamente hogar en que el televisor no se convirtiera ayer. Así que la actividad ciudadana quedó casi paralizada durante hora y media, suspendida de la emoción y de la expectación, hasta que todo estalló con la consecución del podio que garantizaba a Alonso el título de campeón del mundo. Y cuando eso ocurrió, Oviedo se echó a la calle. La Gabinona, la gran fuente de la Plaza de América, fue, de nuevo, como en otras celebraciones análogas, el epicentro de las emociones y el destino de miles de personas, en una concentración multitudinaria y masiva, en la que no faltaron los chapuzones, y donde personas de todas las edades -lo mismo ocurrió en otras poblaciones del Principado, caso del Paseo de Begoña, de Gijón, y también en el centenar de centros asturianos repartidos por el mundo. En Argentina, por ejemplo, 300 fieles se juntaron en la Casa de Asturias de Buenos Aires para festejar el triunfo. Y 400 en la de São Paulo.
El orgullo del paisanaje se disfrazó de cantos, saltos, manoplas con el nombre del Nano formando con los dedos la uve de la victoria, banderas, bocinas de coches, mucha dicha y algún niño con lágrimas inocultables. Y una petición general: la demanda de que el piloto festeje en Oviedo, y con los ovetenses, el triunfo. Será, si no antes, el 21 de octubre, cuando en el teatro Campoamor, de Oviedo, reciba el premio Príncipe de Asturias de los Deportes.
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