A ritmo de candombe
En julio, cuando terminó de grabar El muchacho eléctrico, su último disco, Jaime Urrutia se dio un descanso y viajó a Uruguay, la tierra del teclista de su banda, que hizo de anfitrión.
Julio, Uruguay. ¿Frío?
Era pleno invierno y, entre lluvias torrenciales, Esteban me fue presentando Montevideo. Te topas con construcciones que podrían estar en París o Madrid; me sentí como en casa. Aunque no sobran medios, hay mucha cultura. La gente siente interés por todo.
La llaman la Tacita del Plata.
Sí, porque da a la cuenca del río de la Plata, que separa Uruguay de Argentina.
¿Hizo alguna escapada?
Estuve en Punta del Este, el sitio donde veranea la gente bien. Hay un lugar, Punta Ballena, donde se ve un atardecer espectacular: la bahía inmensa, el sol metiéndose poquito a poco y rojo, rojo. Cuando desapareció, todo el mundo aplaudió. Ese día descubrí por qué en la bandera uruguaya hay un sol.
Un momento que relatará a sus nietos.
Un sábado por la mañana en que estuve disfrutando de la cuerda de candombe del barrio de Malvín. Unas 200 personas en chándal, bailando y tocando el tambor. Pero tocándolo bien, no dando bulla, sino siguiendo un ritmo candombe, que es medio africano. Es una tradición de Montevideo, y cada barrio tiene su propia agrupación. Una manera de vivir la música alegre y optimista. ¡Me dio una marcha...! Pasé dos horas meneando el culo, y eso que no soy muy bailarín.
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