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53º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

'Bang Bang Orangutang' y 'Sud Express', dos historias sobre la soledad

Finalizan las proyecciones de los filmes a concurso con un claro predominio de la tristeza

Con Bang Bang Orangutang, del danés Simon Staho, y Sud Express, de los españoles Gabriel Velázquez y Chema de la Peña, concluyeron ayer, viernes, las proyecciones de las películas de la Sección Oficial del festival donostiarra. Hoy se entregarán los premios en la sesión de clausura, en la que se exhibirá la película neozelandesa The world's fastest indian, dirigida por Roger Donaldson y con Anthony Hopkins como protagonista.

Resulta curioso constatar el que los realizadores de las dos películas citadas con las que finalizó la sección competitiva oficial tienen en común la elección de unas historias tristes, casi desoladoras, un tono coincidente con una buena parte de las películas exhibidas. Si a ello se añade el que los autores de tanto desconsuelo no han cumplido los 40 años, habrá que concluir que las generaciones emergentes del cine europeo consideran la congoja como una de las bellas artes.

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Bang Bang Orangutang, coproducción de Dinamarca y Suecia dirigida por quien parece ser uno de los enfants terribles del cine nórdico, Simon Staho, relata el irresistible descenso social, familiar y personal de un ejecutivo agresivo que acaba reconvertido en taxista y rodeado de coches policía por haber intentado secuestrar a su hija pequeña. Entre el poder y la miseria vive, tras ser expulsado del domicilio conyugal, una extraña historia de amor con una joven que le desprecia profundamente. El estilo elegido por el joven airado danés es el de larguísimos planos fijos con parrafadas no menores que los planos, una manera dura de contar una historia de inmadurez y soledad que, superados los 30 primeros minutos, consigue enganchar al paciente espectador.

Los salmantinos Gabriel Velázquez y Chema de la Peña eligen para Sud Express -el tren que une Lisboa con París- una fórmula coral en la que se muestran retazos de diferentes historias personales: joven subsahariano que vende relojes de tres euros por los bares de la capital lusa; magrebí que desde Miranda de Ebro se traslada a Bayona (Francia) para reencontrarse con un lejano e idealizado amor que, naturalmente, tiene novio; mujer madura portuguesa casada con un taxista parisiense presumiblemente votante de Le Pen que decide volver a ver a un antiguo novio portugués para vivir un fin de semana carnal, tierno y sentimental; unos jóvenes de un pueblo de Salamanca que reúnen firmas para intentar que modifiquen el trazado ferroviario en su paso por la localidad; un latifundista facha salmantino que reúne todos los tópicos ideológicos que exige su condición económica, y dos hermanos portugueses jubilados que comparten casa y bar sin dirigirse la palabra. Una serie de relatos cinematográficos muy vinculados al concepto de realismo sucio del llorado Raymond Carver. Un filme de bajo presupuesto, sencillo y rebosante de personajes desamparados.

Y, como suele ser habitual, concluidas las proyecciones a concurso, llega el tiempo de las cábalas, en un inútil afán de ser los portavoces proféticos del jurado. A cock and bull story, de Michael Winterbottom, como mejor película; Tristán Bauer, mejor director por Iluminados por el fuego; Patrick Chesnais, protagonista de Je ne suis pas là por être aimé, de Stéphane Brizé; Isabelle Carré, actriz protagonista de Entre ses mains, de Anne Fontaine, o Nathalie Poza por Malas temporadas, de Manuel Martín Cuenca; Checo Varese, mejor fotografía por El aura, de Fabián Bielinsky, y Jan Cvitkovic por el guión de De fosa en fosa, una relación tan personal y discutible como cualquier otra con la ventaja de elegir, al margen de las inevitables componendas que conlleva la labor de un jurado colectivo.

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