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Las diferencias son salvables

Ninguno de los dos, ni la democristiana Angela Merkel ni el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, dan el menor síntoma de ceder en sus pretensiones. No obstante, cuestiones personales aparte, las diferencias entre democristianos y socialdemócratas no son insalvables. Un Gobierno de gran coalición entre los dos grandes partidos tendría tarea suficiente para cuatro años y más que durara: nada menos que la reforma de los elementos obsoletos y esclerotizados del Estado del bienestar alemán.

El Gobierno de coalición SPD-Verdes había iniciado con la Agenda 2010 la ingente tarea de reconvertir la red de seguridad social que con el tiempo ha degenerado en hamaca.

Socialdemócratas y democristianos coinciden en que el trabajo en Alemania tiene que compensar y no puede mantenerse por más tiempo la situación de que gane casi lo mismo quien vive de la asistencia social y el que acude todos los días al tajo. Los planes de reforma, o de recortes para no incurrir en eufemismos, de la Agenda 2010 de Schröder estaban mucho más cerca de las ideas de la democracia cristiana que del ala izquierda del SPD.

El escenario italiano

Esta inseguridad en la lealtad de su propio partido obligó a Schröder a iniciar el proceloso trámite de adelantar un año el final de la legislatura tras la fingida moción de confianza perdida y el consiguiente anticipo electoral. El resultado ha sido la crisis actual que algunos califican de italiana, aunque Alemania carece de la tradición y la experiencia en el manejo de semejantes situaciones que tienen al otro lado de los Alpes.

La democracia cristiana con su mayoría en la segunda cámara, el Consejo Federal (Bundesrat) donde están representados los Estados federados, apoyó y contribuyó a sacar adelante en parte las reformas de Schröder en la legislatura que concluye.

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Una gran coalición, sin temor a perder la mayoría por un puñado de diputados descontentos, podría sacar adelante los planes de recortes que hagan posible afrontar los desafíos que ayer mencionaba Schröder: la globalización, que hace añicos las relaciones laborales tradicionales, y la bomba demográfica, que, si no se logra la reforma, hará volar por los aires los sistemas de seguridad social en Alemania cuando haya más jubilados o parados que cotizantes.

Las diferencias en política exterior, como la cuestión del ingreso de Turquía en la Unión Europea, se pueden resolver con que la democracia cristiana (CDU/CSU) cambie su idea de la asociación privilegiada por una negociación con final abierto. El desenlace se produciría dentro de una década cuando ya la gran coalición haya cumplido su cometido de hacer tragar a los alemanes el sapo de los recortes sociales que el aún canciller federal Schröder no consiguió imponer.

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