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Tribuna:ANDALUCÍA EN EL SIGLO XXI
Tribuna
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¿Somos alguien?

Leía con detenimiento un reciente artículo de opinión que el miembro de la Ejecutiva Regional del PSOE, Antonio Gutiérrez Limones, publicaba en estas páginas (ver EL PAÍS Andalucía, día 16 de septiembre).

Frente al lógico enumerar de logros políticos que el representante socialista hacía en su escrito, me chocaba el título del mismo: "Andalucía se atreve a ser alguien", que deja traslucir un cierto desencanto por ese anhelo incumplido por alcanzar un protagonismo propio en la escena nacional e internacional, que nos descubra nuestra más avanzada personalidad, hoy ocluida aún por evidentes déficit políticos que han ralentizado, cuando no desviado, los cauces de desarrollo que hemos tenido oportunidad de poner en marcha.

No puedo coincidir con el autor en que treinta años después de reiniciado nuestro proceso democrático nos situemos en la posición de aspirar a ser alguien, lo que resultaría profundamente desalentador, porque Andalucía ya es alguien, nos guste más o menos el carácter alcanzado, y a lo que realmente debemos optar es a corregir aquellos defectos que nos siguen manteniendo en el furgón de cola del desarrollo de las regiones europeas y a potenciar los valores intrínsecos y todos aquellos otros que nos permitan "situar a Andalucía en el lugar que le corresponde", como en un final ejercicio de autocrítica muy bien reconocía Gutiérrez Limones.

Lo que me genera una singular duda es la apuesta que el portavoz del PSOE hace por el liderazgo político e institucional de Manuel Chaves como clave para competir con éxito en este nuevo siglo, basándose, fundamentalmente, en el hecho de que sea el impulsor de la segunda modernización.

Duda, porque el ciclo del actual presidente de la Junta llega a su fin y, sobre todo, porque no puedo ocultar mis reticencias a fijar tramos o etapas al desarrollo que puedan estar justificando incumplimientos, así como estableciendo condicionantes de futuro con un claro carácter electoralista.

¿Seguirá a la segunda, cuando esta no alcance sus objetivos, una tercera y posteriormente una cuarta modernización, y así sucesivamente, en una interminable secuencia, más publicitaria que práctica, de propuestas no abordadas con anterioridad?

Andalucía vive un único proceso de modernización que a pesar del cierto conformismo que auspiciado desde ámbitos institucionales se mantiene instalado en nuestra sociedad, no ha evolucionado al ritmo que a sus respectivos procesos han marcado otras comunidades autónomas.

No entraré a discutir cifras de crecimiento que son siempre manipulables según el resultado que se quiera que expresen, pero aún reconociendo que hemos avanzado, no es menos cierto que el diferencial con otras regiones españolas no se ha reducido en los niveles que serian deseables, manteniéndonos en un lugar aún lejano a aquél que nos corresponde o al menos deseamos ocupar.

La hegemonía socialista en el gobierno autonómico ha tenido mucha responsabilidad en ello, como también hemos de cargar su parte de culpabilidad sobre los hombros de una oposición, de la que fui partícipe durante años, que no supo enhebrar una propuesta alternativa adaptada a la realidad social de los andaluces, fallando tanto el discurso como quienes fuimos autores del mismo.

No voy a ocultar mi clara inclinación porque un gobierno de talante liberal, representado por el PP, afronte en el futuro inmediato el reto de definir nítidamente la personalidad de Andalucía, pero ello no me impide establecer como principio básico de cualquier actuación política de futuro y, como no, de presente también, el de la búsqueda de todo tipo de coincidencias entre partidos y proyectos, que impulsadas en común nos proyecten hacia cotas que debieran representar objetivos comunes.

No hablo de acuerdos para repartirse representaciones y sueldos en consejos de dudosa independencia y valor o en entidades de ahorro desde las que ejercer el proselitismo o pagar favores, acuerdos estos que tarde o temprano acaban alcanzándose, sino de operaciones de un mayor calado social.

Reforma del sistema educativo andaluz, financiación sanitaria, reforma fiscal, plan de infraestructuras, etcétera, deberían beneficiarse de la capacidad que para consensuar propuestas deben tener las fuerzas políticas, hoy atrofiada en beneficio de esa parece ser más rentable estrategia de la confrontación de todos contra todos.

Nos falta por realizar el esfuerzo más importante, como apuntaba en su artículo Limones, y ese no es otro que descubrir ese marco de relaciones políticas en el que el entendimiento entre partidos sea compatible con la diferenciación de propuestas e identidades, ganando con ello los andaluces tanto en desarrollo como en oferta plural.

Ello exige un alto nivel de inteligencia por parte de la clase dirigente que está reñido con muchas de las actitudes que ahora observamos.

Enrique Bellido es ex senador del PP.

ENRIQUE BELLIDO

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