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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pulso alemán

Tras los inconcluyentes resultados de las elecciones alemanes, sigue el pulso entre Gerhard Schröder y Angela Merkel, ahora para formar Gobierno. La dirigente democristiana no ha conseguido alcanzar la mayoría con los liberales que proponía como alternativa a la coalición roja y verde. La coalición CDU/CSU llegó en cabeza, pero por muy poco, según los sondeos. Lo más espectacular es la recuperación socialdemócrata, que ha recuperado 10 puntos desde lo que le daban los sondeos al empezar la campaña electoral. Hasta el punto de que Schröder se manifestó ayer dispuesto a buscar una nueva mayoría que le permita seguir en la Cancillería.

La derecha considera que la coalición roja y verde ha perdido. Pero la izquierda subraya que la alternativa a la Cancillería de Schröder tampoco ha ganado. Esta Alemania está decantada hacia la izquierda, y parece apoyar una reforma socioeconómica moderada, más al estilo de Agenda 2010 de Schröder que de los cambios radicales en el sistema de bienestar que podía suponer la llegada de la derecha. La fotografía es la de un país dividido entre izquierda y derecha y entre Oeste y Este. El SDP de Schröder ha perdido lo que ha ganado la izquierda radical de su antiguo ministro Oskar Lafontaine y los poscomunistas del Este.

A partir de ahora se abre un complejo periodo de negociaciones para formar un Gobierno de coalición. Cabe incluso una gran coalición de democristianos y socialdemócratas en la que no esté Merkel. En algo coincidieron Schröder y Merkel: ambos quieren formar Gobierno y ser cancilleres; ambos consideran que han recibido un mandato, el uno contra un cambio radical, la otra de renovación para convertirse en la primera mujer y la primera del Este que llega a la Cancillería. Pero su mala campaña y su falta de credibilidad han llevado a su partido a un resultado peor que el que obtuvo Stoiber en 2002 y ha perdido en su propio territorio, en la antigua Alemania del Este.

Merkel puede intentar gobernar con los liberales y los verdes, pequeños partidos que siempre buscan estar en el Ejecutivo, pero que se detestan demasiado entre sí, recelo que se aplicaría también al tripartito alternativo, la llamada coalición semáforo de socialdemócratas con estas dos formaciones. La coalición de toda la izquierda, aunque tendría mayoría, no tiene sentido alguna, pues las reformas de la Agenda 2010, a las que se oponen la izquierda populista y ex comunista, son la base del programa socialdemócrata.

Por eso anoche parecía ganar puntos la posibilidad de la gran coalición entre democristianos y socialdemócratas, cuyo único antecedente se dio entre 1966 y 1969. Dado que los democristianos han venido controlando la cámara territorial, cabe considerar que, en parte, esta gran coalición estaba ya funcionando, por lo que no es disparatado que ahora se institucionalice en el Gobierno. No es lo que querían los protagonistas de la dura campaña electoral, ni los mercados. Pero no la rechazan los votantes que ayer, con estos resultados, aportaron una prueba más de la complejidad de los electorados en tiempos de mutación histórica. Lo importante, para el resto de la Unión Europea, es que su principal economía logre un Gobierno que la vuelva a poner en marcha, devuelva la confianza a los alemanes en sí mismos, y haga arrancar de nuevo la gran locomotora.

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