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Columna
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El debate

Debe ser gente de Ruiz-Gallardón la que lo hace, aunque no me explico muy bien cómo. Quizás usen escaladores entrenados para trepar los muros, de esos que en las películas de espías o ladrones de joyas llevan pasamontañas, van vestidos de negro y se dejan caer desde los tejados con unos cables. O podrían ser topos que habitan el subsuelo de su despacho y se guían en la oscuridad a través de túneles secretos, con una luz adosada a su casco, igual que la que usan los espeleólogos y los mineros. Y debe haber también, para ocuparse de los desplazamientos por carretera, un grupo de mecánicos que se encarguen de su coche oficial y manipulen los limpiaparabrisas y las lunas eléctricas. Y, por supuesto, no puede faltar, finalmente, un oftalmólogo que habrá inventado un colirio que hace que la persona en cuyos ojos se vierte vea visiones.

No sé quiénes son ni cuál es su técnica, pero resulta evidente que han desarrollado un sofisticado método gracias al cual consiguen que la presidenta de la Comunidad de Madrid no vea la verdadera ciudad ni desde su despacho, ni desde su coche, ni cuando va a pie a inaugurar alguna cosa, sino una película que no tiene absolutamente nada que ver con la realidad y que ellos proyectan en sus diferentes ventanas y en una filmación que emite el líquido que lleva en los ojos. Esa pobre mujer está siendo manejada por unos desalmados, tal vez por alienígenas procedentes de otro planeta, y nosotros no podemos permitirlo.

Fíjense lo que le hicieron decir ayer en el debate sobre el estado de la región. No sólo es que la hicieran hablar de economía para celebrar la "muy buena salud de la economía madrileña", alardear de los 258.700 puestos de trabajo creados en la Comunidad durante los 22 meses de su legislatura -"lo que supone 33.000 más de los prometidos"- y jurar sobre la Biblia que las cifras del empleo femenino en la capital son tan espectaculares, que casi se igualan al masculino; sino que también la obligaron a hablar de cultura, como en sus tiempos de ministra, y a mantener que aunque la vida cultural de Madrid era inmejorable, iba a mejorarla con la aplicación, desde hoy mismo, del denominado "1% cultural", que hará que uno de cada cien euros invertidos en obra pública será destinado a actuaciones relacionadas con la cultura.

Pero lo peor de todo ocurrió al llegar a la sanidad, porque ahí la forzaron a decir que "una vez encauzado el problema de la excesiva demanda en las listas de espera quirúrgica", su Gobierno va a reducir el tiempo de espera de las pruebas diagnósticas. Así que, número uno: a partir del próximo trimestre se pondrá en marcha el Plan de Atención Primaria que "permitirá mejorar la continuidad asistencial y acortar el tiempo de diagnóstico clínico", de forma que, por ejemplo, las mujeres madrileñas "no esperarán más de 40 días para hacerse una mamografía". Número dos: se creará un Servicio de Atención Rural, con 198 nuevos médicos y 162 enfermeras, para garantizar la atención por la noche, festivos y fines de semana en los consultorios locales. Número tres: se van a dar ayudas de entre 280 y 560 euros para facilitar prótesis dentales removibles a los pensionistas mayores de 65 años que cobren menos de 730 euros al mes y a los que estén percibiendo actualmente una renta mínima de inserción. Y, como remate, número cuatro: la consejería de Familia y Servicios Sociales va viento en popa y ha conseguido, sólo en un año, "que 11.000 familias se beneficien de la renta mínima de inserción, duplicar las plazas para enfermos mentales graves, crónicos y de teleasistencia, crear 1.400 plazas en centros de día y ofrecer ayuda residencial a 375.000 mayores".

No sé qué piensan ustedes, pero en mi opinión esto no lo podemos permitir. Hay que rescatar a nuestra presidenta y darle un paseo por el Madrid de verdad, llevarla a ver las urgencias de los hospitales y las salas de espera de los ambulatorios; que visite las casas de los jubilados, ésas donde algunos se van a morir de frío en unos meses, y los geriátricos públicos; que vea una oficina del Inem y, ¡por favor!, que consulte la cartelera teatral de la ciudad. No podemos permitir que sigan haciéndole eso. Hay que traerla de vuelta entre nosotros.

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