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Crítica:Signos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un esteta sevillano del siglo XVII

Francisco de Rioja (Sevilla, 1583-Madrid, 1659) es uno de los más notables poetas del Siglo de Oro. Discípulo de Fernando de Herrera, Rioja se inscribe en el grupo sevillano que siguió la estela de su maestro. Fue protegido por el conde-duque de Olivares y, gracias a su recomendación, consiguió el cargo de bibliotecario y cronista del rey Felipe IV. La Fundación José Manuel Lara ha publicado recientemente una edición de la poesía de Rioja en su Colección Clásicos Andaluces. La edición, la introducción y las notas están a cargo de Gaetano Chiappini.

El poeta sevillano dejó silvas y sonetos marcados por su perfección formal y por un estoicismo que empapaba la literatura española, al tiempo que los tercios empezaban a sufrir sus primeras derrotas en los campos de batalla europeos. La fugacidad del paso del tiempo es uno de los ríos recurrentes que animan su obra. El motivo de las ruinas y sus silvas dedicadas a las flores han quedado ya en los manuales. Es la suya una obra corta e intensa.

POESÍA

Francisco de Rioja

Fundación José Manuel Lara

180 páginas. 16 euros

Se sitúa, pues, en esa tradición de grandes poetas españoles que cimentaron con no demasiados versos un recuerdo imborrable: Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz... Y la brevedad fue tras Rioja atributo de otros grandes, como Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado, Jaime Gil de Biedma...

Otro de los grandes poetas sevillanos que vinieron tras él, Luis Cernuda, se adentró en sus versos en la revista Cruz y Raya en 1936. Una colección de sonetos de Arguijo, Medrano y Rioja fue publicada en la revista al cuidado de Cernuda. "Ni Arguijo, ni Medrano, ni Rioja, acumularon obra sin peso ni manejaron esa facundia embaucadora que hace acudir las gentes en torno de quien la disfruta. Al contrario, en ellos tenemos un ejemplo del poeta que ni puede ni quiere ser un brillante charlatán. Los tres, Medrano expresamente, fueron lo que a finales del siglo pasado se habría dicho un esteta [...] Son pues, tres grandes poetas, nada populares, desde luego, pero tres grandes poetas [...]", escribió Luis Cernuda.

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