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Columna
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El caballo es nuestro

Esperanza Aguirre, a la vista de lo que sus compañeros de partido han llamado el "parche" de Zapatero -dar 1.700 millones por el morro a las comunidades y 1.300 prestados, hasta que nos los saquen a nosotros por medio de lo que llaman impuestos cedidos-, echó mano del refranero y en plan castiza fue esta vez muy expresiva al decir que al caballo regalado ella no le mira el diente. Su frase encontró hueco en casi todos los periódicos españoles, excepto en la hojas parroquiales, que ya habían salido. Y la oferta de Zapatero es seguramente un parche, pero no porque Ángel Acebes haya dicho esta vez la verdad, y menos de manera brillante o convincente, sino porque el uso que algunas comunidades harán de lo que reciban, y si no al tiempo, volverá en unos años a poner el déficit sobre la mesa. Y por otra cosa que han dicho los que saben: la propia evolución de la medicina obligará en breve a la modificación de las inversiones y los gastos corrientes y, en consecuencia, a las adaptaciones del sistema. O sea: que no hay solución definitiva.

También lo había dicho, entre dientes o como hablando para adentro, Pedro Solbes. Aguirre dijo lo del caballo regalado, en cambio, con la espontaneidad y la claridad que la caracterizan. Y no siempre su espontaneidad le juega malas pasadas, por lo que esta vez fue gráfica y tuvo éxito, de lo que se deduce que acierta más cuando se pone castiza que si cita a Virgina Woolf. Para hablar de caballos y de euros la presidenta no necesita recurrir a los clásicos. En asuntos políticos y morales y en algunos comportamientos públicos está a veces muy apartada de la condición liberal, pero a la hora de hacer las cuentas distingue muy bien las pérdidas de las ganancias. Cuenta los caballos como nadie. También debe saber en qué cuadras pueden acabar los caballos regalados y no seré yo quien diga que prefiere las privadas a las públicas. Y mucho menos que a veces las confunda. Pero sí diré que lo que confunde esta vez es el concepto de regalo y, por supuesto, quién es el dueño de los caballitos.

Porque "regalo" es una dádiva voluntaria, y algo de eso tiene el de Zapatero, sin ser él el dueño de los caballos, pero si dádiva es una cosa que se da graciosamente, quien administra algo que no es suyo no puede actuar por capricho. Así que si tan Estado es el Gobierno de Zapatero como el de Aguirre, y todos los regalos, los de ella y los de él, dineros nuestros son, más que de dádivas del uno a la otra estaremos hablando de cambios de caja. Y en este caso de los caballos, de un mero traslado de picadero.

Ni las cajas ni los picaderos tienen color de PSOE o de PP, aunque Aguirre haya podido llegar a creerlo. Ya he dicho que los dueños de los caballitos somos los que los pagamos, los tengan en Moncloa o en la Puerta del Sol, y aun comprendiendo la debilidad que Zapatero pueda tener por Aguirre, y no digamos por el presidente de Murcia, no le permitiremos, ni Aznar nos lo perdonaría, que regale los equinos para hacerse el simpático. Del mismo modo que creemos que ella es nuestra presidenta, sea cual sea su color político, y que si bien pertenece al coro del PP, en lo que afecta a nuestra sanidad, por ejemplo, tendrá que actuar con voz de solista madrileña, porque representa a quienes la han votado, a quienes puedan dejar de votarla y a quienes no van a votarla jamás.

Y de solista esperamos que actúe hoy, en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, incluso por su propia conveniencia, porque, de no cumplir con algunos compromisos adquiridos en este asunto de la salud, tendría que coger su maleta y marcharse para no poner en compromiso por incompetente su palabra de señora, que la dio. Una cosa, sin embargo, es el regalo -1.700 millones- y otra el préstamo: 1.300, hasta que se ponga a sacarnos impuestos como una loca. Y ahí es donde creo que Aguirre puede chocar con su ideología: subir impuestos no es lo suyo, aunque esta vez se trata de subir impuestos a los pobres. Pero lo más pintoresco que hemos oído decir a Zapatero últimamente es que subir el precio del tabaco o del alcohol para disuadir del vicio a los que menos tienen es de izquierdas, y, de ser así, no veo a la presidenta coincidiendo con la izquierda. De modo que estamos ante una buena ocasión para que Aguirre se haga traer de la biblioteca de FAES la obra del irónico Winston Churchill y, en lugar de apelar al refranero, nos espete estas palabras del lord: "¿Qué nos importan que los impuestos suban o bajen? Gracias a nuestra fortuna, nosotros no pagamos ninguno".

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