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Nuevo caso de corrupción en el Parlamento de Brasil

Juan Arias

Un nuevo caso de corrupción agitó ayer la vida política de Brasil tras las revelaciones de la revista Veja de que Severino Cavalcanti, de 74 años -del conservador Partido del Progreso y presidente del Parlamento-, recibió entre marzo y noviembre de 2003 una propina de 10.000 reales (3.500 euros) del empresario Sebastião Augusto Buano, propietario del restaurante que sirve comidas a los diputados. Esta gratificación sería a cambio de la prórroga de la concesión del restaurante del Congreso.

A pesar de que Cavalcanti ha rechazado las acusaciones -sostiene que se trata de un "chantaje del empresario"-, la cantidad de detalles que ofrece Veja ha llevado a la oposición a pedir que abandone el cargo, al menos hasta que se aclaren las acusaciones. El asunto es grave e inoportuno porque es el presidente del Parlamento quien deberá decidir en las próximas semanas la creación de una comisión de investigación sobre la actuación de 18 diputados de varios partidos acusados de corrupción.

La semana pasada, Cavalcanti, un político conservador muy polémico que defiende abiertamente el nepotismo en la política, había sorprendido a la opinión pública en una entrevista concedida al diario Folha de São Paulo en la que defendía penas blandas, en vez de la pérdida del escaño, para los 18 diputados acusados de haber recibido dinero no contabilizado de las cajas secretas del Partido de los Trabajadores del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

El presidente del Parlamento debería viajar esta semana al frente de un grupo de diputados a Nueva York para representar a Brasil en la reunión de Naciones Unidas de los presidentes de los parlamentos del mundo. En su discurso debería haber abordado la cuestión de la crisis de corrupción que afecta al Parlamento de su país.

Todos los partidos políticos, tanto los del Gobierno como los de la oposición, coincidieron ayer en un punto: mientras no se esclarezcan los hechos y Cavalcanti pueda demostrar su inocencia no debe continuar presidiendo un Parlamento que ya se encuentra en entredicho por diversas acusaciones de corrupción que afectan al menos a 100 de sus miembros.

Calvacanti, oriundo del noroeste paupérrimo de Brasil (Pernambuco), igual que Lula, y que como él no cursó estudios universitarios, ha denunciado ser objeto de persecución política de las élites tradicionales, que no admiten que dos norteños pobres estén llevando las riendas del país.

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