Egipto se prepara para elegir presidente entre varios candidatos por primera vez
Hosni Mubarak, que aspira a su quinto mandato, competirá con nueve rivales
El próximo miércoles, Egipto elegirá por primera vez a su presidente entre varios candidatos y no en un plebiscito, como venía sucediendo hasta ahora. Nadie duda de que Hosni Mubarak, de 77 años, logre hacerse con un quinto mandato, pero la sola presencia de otros nueve aspirantes le ha obligado a modernizar su discurso. Sin embargo, no son sus promesas de apertura y democracia las que van a darle la victoria. Años de monopolio del poder garantizan tanto la apatía de la mayoría de los votantes como su triunfo.
"Las amplias redes de clientelismo [del Partido Democrático Nacional, PDN], el control estatal de los medios y la absurdamente breve campaña electoral de tres semanas hacen imposible que esta elección refleje la elección libre del electorado", denunció el pasado viernes Human Rights Watch. Pero es que además, el principal grupo de la oposición, los Hermanos Musulmanes, no ha podido presentar un candidato.
Prohibidos, pero tolerados, sus miembros carecen de derecho a formar un partido debido a la ley que prohíbe los grupos políticos de base religiosa. Ahora tampoco han tenido la posibilidad de recurrir a un independiente, como vienen haciendo desde hace años en las elecciones al Parlamento, donde suman más escaños que el segundo grupo de la Cámara. El PDN, el partido de Mubarak, se cuidó de que la polémica enmienda constitucional que cambió el sistema electoral el pasado mayo exigiera a los candidatos independientes el endoso de un elevado número de cargos electos, imposible de obtener sin contar con sus afiliados.
Aun así, los Hermanos Musulmanes, que mostraron su capacidad de movilización y disciplina durante las manifestaciones prodemocracia de la pasada primavera, se han distanciado de los grupos que piden el boicoteo de los comicios y animan a sus simpatizantes a votar por una alternativa a Mubarak. Significativamente, los dos rivales políticos más destacados del presidente egipcio, Ayman Nur (del Partido Ghad) y Noman Gomaa (del Wafd), ambos de tendencia liberal, han visitado en las últimas semanas al líder de la Hermandad, Mohamed Mahdi Akef.
"El mayor desafío que afronta Mubarak no es ganar la elección, sino lograr una participación lo suficientemente alta para legitimar su resultado", declaró el vicedirector para Oriente Próximo de Human Rights Watch, Joe Stork. Esa organización de defensa de los derechos humanos valora, no obstante, el debate público que se ha abierto tras décadas de Gobierno autoritario.
"No va a cambiar nada"
La posibilidad de votar a un candidato distinto ha ilusionado a muchos egipcios después de un cuarto de siglo de mandato de Mubarak. La mitad de los 77 millones de habitantes del país no ha conocido a otro gobernante. Sin embargo, esa misma inercia es responsable de la apatía generalizada. "No va a cambiar nada", manifiesta escéptica Seftab Jabi, una viuda que ha vuelto su mirada hacia la religión.
Esa convicción es la que ha llevado al movimiento por el cambio Kifaya a boicotear la cita electoral. Kifaya, que en árabe significa Basta, fue una iniciativa popular ante la esclerosis de los partidos políticos tradicionales. Sus organizadores salieron a la calle por primera vez en diciembre pasado y, desde entonces, el movimiento se convirtió en un paraguas para todos los grupos políticos y sociales partidarios de la reforma democrática. Sin embargo, la enmienda constitucional que cambió el plebiscito por la elección del presidente entre varios candidatos abrió una brecha en sus filas.
El carismático Ayman Nur, un parlamentario reformista de 40 años que el año pasado rompió con el Wafd y creó su propio partido, se desmarcó de Kifaya para lanzarse a la campaña presidencial. Las dificultades para presentar a un independiente aguaron los planes del movimiento para encontrar un candidato de consenso que agrupara al conjunto de la oposición. Muchos de los simpatizantes de Kifaya están convencidos de que el escrutinio pluralista sólo es una farsa destinada a Occidente, y muy en especial a Estados Unidos, que lleva meses presionando a Mubarak para que reforme su régimen.
Consciente de los vientos que soplan, el faraón ha puesto su campaña electoral en manos de su hijo menor -Gamal, de 42 años- y presunto heredero político, dejando de lado a las viejas glorias del PDN.
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