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Entrevista:JORGE MARTÍNEZ REVERTE | Escritor

"Lo más difícil de un libro es hacer humor del horror"

Con Gudari Gálvez (Espasa) regresa Julio Gálvez, el periodista a ratos investigador creado por Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948) cuatro años después de su última aventura (Gálvez en la frontera, Alfaguara, 2001). Y vuelve al País Vasco, donde ya estuvo en 1982 (Gálvez en Euskadi). Presuntamente está un paso atrás en su carrera profesional, ahora trabaja para una revista de distribución gratuita en tanatorios editada por una funeraria. Ha dejado de fumar y cuenta las cajetillas y cigarrillos que no se fuma al día; su hígado se ha vuelto conservador y está convencido de que se puede vivir sin autoestima y de que sabe detectar los marrones. Pero se los sigue tragando

Sara, un antiguo amor, ex etarra hija de un banquero vasco, con quien se reencuentra en el Fórum de 2004 de Barcelona, le convence, con el más irresistible de los argumentos, de que tiene que ayudarle a salvar a su hijo, kale borroka, condenado por quemar un autobús, escapado a Francia, que regresa con un misión asesina y que se ve envuelto en medio de una guerra intestina de ETA.

Es quizá la más dura de las cuatro novelas de Gálvez publicadas hasta ahora, pero un humor corrosivo y salvaje la convierte casi en una parodia. ¿Política ficción o novela negra? "Yo creo que es una novela", dice Reverte.

Pregunta. ¿Por qué regresa al País Vasco 23 años después?

Respuesta. No es que vuelva yo, es que le obligan a Gálvez. En cualquier caso, me parece oportuna la vuelta, porque aquello no ha cambiado mucho en estos veintitantos años. Y hay que contarlo. Los que no vivimos allí estamos anestesiados ante el fascismo, el dolor, el miedo..., que son asquerosamente cotidianos en Euskadi para quienes no se declaran nacionalistas o simplemente no se someten.

P. ¿Cuánto de realidad y cuánto de ficción hay en la novela?

R. De ficción sólo es Gálvez y su forma de ver las cosas. Lo demás, la realidad, está atenuada para hacerla creíble.

P. En todos los libros de Gálvez hay mucho humor, pero en éste es especialmente tremendo. En algunos momentos a uno se le saltan las lágrimas de risa, como cuando le dicen a Gálvez que lleva la txapela como una barretina o cuando le confunden con un catalán. ¿Intenta quitar hierro a la situación?

R. Es otra manera de afrontar la realidad. Cosas como ésa pasan allí de forma constante. Si uno va a Euskadi y habla con cualquier padre de familia amantísimo de cosas de la vida cotidiana se puede encontrar con situaciones como ésa. Entonces, te apartas, tomas distancia, y aparecen situaciones que si se produjeran en Luxemburgo nos harían carcajearnos directamente. Lo que pasa es que en el País Vasco el drama nos pilla tan cerca que tardamos mucho en tomar esa distancia. Cualquiera puede experimentar situaciones como las que vive Gálvez y luego matarse a reír cuando llegue a casa.

P. ¿Ha vivido algo similar?

R. Hace algunos años escribí un reportaje después de fingirme catalán en un periplo por distintos lugares de España. Fue menos duro, pero muy aleccionador. Para catalanes propongo un juego muy divertido: cuando se encuentren de viaje por Euskadi, que se finjan madrileños durante unas horas. Aprenderán sobre sí mismos y sobre los demás más que en cien años de buscar la identidad propia. Hay, además, otra cosa, que es la de hacer humor del horror. Es lo más difícil de un libro así. Creo que eso se vuelve tolerable por la complicidad con las víctimas y la ternura con los perseguidos.

P. Gálvez compara un acto de Herri Batasuna con uno convocado a finales de los setenta por Fuerza Nueva en la plaza de Oriente, ¿son equiparables?

R. Absolutamente. Son fascistas. Les distingue sólo el tipo de nacionalismo que invocan. Pero los modos, la exaltación de las banderas, la violencia, la negación de los demás, la vocación exterminadora... el impulso irracional son idénticos. Cualquier nacionalista se debería hacer la pregunta del millón: ¿lo fundamental de su personalidad es ser español, catalán o vasco? Si dicen que sí, se han vuelto idénticos a cuarenta, seis o dos millones de personas. El horror, el uniforme, la mili.

P. ¿Por qué tanto tiempo entre uno y otro Gálvez?

R. Porque no soporto a un tipo tan tocacojones. En cualquier caso, es él quien suele llamar a mi puerta. Y hay asuntos que no sé tratar sin su forma de ver las cosas.

P. Tras La batalla del Ebro, la de Madrid y la de Cataluña, que saldrá en 2006, ¿seguirán otras?

R. No lo sé aún. Las historias que estoy recogiendo sobre la Guerra Civil, los asuntos que aún están por desvelar... son apasionantes. Pero escribir sobre la guerra contando tantas historias personales es emocionalmente agotador. Si continúo, tendré que tomarme respiros. Quizá Gálvez me ayude a soportarlo.

Jorge Martínez Reverte.
Jorge Martínez Reverte.ULY MARTÍN

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