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Columna
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Almizra

Miquel Alberola

Francisco Camps revisitó ayer El Puig, haciendo hincapié en sí mismo, en su gótico misticismo. En sus días de candidato arengó a sus huestes parlamentarias y emprendió el paseo hacia la Generalitat desde ese mismo sitio en el que en 1238 Jaume I había planteado la conquista de Valencia al moro Zayan. Camps entonces trataba de establecer paralelismos con el fundador del Reino de Valencia. Más allá de las convicciones propias, también quería desasimilarse de su antecesor, Eduardo Zaplana, y definir un talante muy diferenciado. Incluso echó mano del conquistador de Alicante, Jaume II, a través del monasterio de Santa María de La Valldigna, para tratar de salvar metafóricamente el túnel del Mascarat, en cuyo otro extremo se atrincheró orgánicamente Zaplana. Sin embargo, el ritmo de los acontecimientos ha hecho que Camps no sólo se haya ido alejando de esa referencia simbológica sino que además haya tenido que situarse en el lado oscuro de Jaume II, quien en 1305 incorporó definitivamente a la jurisdicción valenciana el valle de Novelda, el campo de Elche y las huertas de Alicante y Orihuela. Camps, por el contrario, ha restablecido el tratado de Almizra de 1244 con su imprudente estrategia hidrológica, que ha situado a esas tierras cosidas por el vacío del Vinalopó contra sus hermanas del Júcar. El presidente ha abierto un frente atroz entre Alicante y Valencia que, al margen del dirigismo político, ya parece que tiene vida propia y se mueve en perjuicio de la cohesión de los valencianos. Queriendo sacudir a la oposición y sacar a la vez tajada orgánica en Alicante, Camps ha apostado por la opción que más perjudica al Júcar y la que más tensión territorial crea, ahondado el abismo de la línea Bussot-Biar. Incluso le ha dado una vuelta de tuerca: ha anunciado que se manifestará en uno de los bandos en litigio, que es lo que nunca debiera hacer un presidente de la Generalitat ni cargado de razón. Los especialistas le calculan la broma en una pérdida de un mínimo de 40.000 votos en La Ribera (la de Entre naranjos, la de L'Albufera de Blasco Ibáñez), que es tanto como decir un diputado según D'Hont. Y ahí es donde Jaume I puede salir de Valencia como Zayan. Sin encontrar refugio dellà lo Xúquer.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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