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España comienza la búsqueda de un lugar para almacenar CO2 bajo tierra

El Ciemat lidera un proyecto de 90 millones para evitar las emisiones contaminantes

El Gobierno ha lanzado un proyecto para almacenar dióxido de carbono (CO2) bajo tierra. Las emisiones de gases de efecto invernadero van disparadas y una solución puede ser inyectarlo a grandes profundidades para acercarse al cumplimiento del Protocolo de Kioto. El Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), dependiente del Ministerio de Educación y Ciencia, liderará un proyecto de unos 90 millones que incluye la creación de una planta piloto y la búsqueda de emplazamientos seguros por España. La tecnología es incipiente, pero el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, ultima un informe sobre si este método puede servir para mitigar las emisiones responsables del cambio climático.

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La idea no es complicada. Se trata de tomar el dióxido de carbono (CO2) que sale de las chimeneas de las centrales térmicas y, en vez de lanzarlo a la atmósfera, inyectarlo bajo tierra a suficiente presión como para que se quede allí inerte. Así se reducen las emisiones y se puede producir electricidad sin emitir tanto CO2 , algo especialmente necesario en España, el país desarrollado que más se aleja de sus compromisos del Protocolo de Kioto y que ya ha triplicado el tope pactado para 2012.

El Ciemat está preparando una planta piloto en Ponferrada (León) donde desarrollar la tecnología, que ya se usa en los pozos petrolíferos de Estados Unidos, y abaratar los costes para que sea aplicable. El director de gasificación y combustión del Ciemat, Juan Otero, afirma que los combustibles fósiles, como el petróleo, el gas o el carbón, seguirán siendo necesarios aunque emitan CO2: "El problema es que emitimos más dióxido de carbono del que se puede absorber de forma natural y hay que buscar soluciones para mitigar las emisiones".

Para ello, el Ciemat construirá una central térmica experimental de carbón de cinco megawatios (una central nuclear tiene unos 1.000). Los científicos intentarán abaratar la tecnología de combustión y de absorción de CO2. "La combustión actual se hace con aire y el gas que se emite sólo tiene entre el 10% y el 15% de dióxido. Hay que conseguir que el resultado de la combustión tenga más concentración de CO2", explica Otero. Una posibilidad es usar aire concentrado en oxígeno, que da emisiones con un 40% de dióxido de carbono.

Después, el CO2 hay que capturarlo con filtros, membranas o por procedimientos físicos. Todo esto ya se ha conseguido en el laboratorio. Ahora hay que ver si se puede hacer de forma rentable. Según Otero, el coste de capturar el CO2 ronda actualmente los 30 euros por tonelada de dióxido y el objetivo es reducir ese coste hasta hacerlo accesible.

El abaratamiento es la clave porque el sistema sólo funcionará a la larga si las empresas ven que es más rentable inyectar el dióxido de carbono que comprar derechos de emisión para poder contaminar más, como prevé el Protocolo de Kioto. España emitió el año pasado 345,7 millones de toneladas de dióxido de carbono.

El CO2 ya capturado, sometido a alta presión, se puede licuar y se vuelve una especie de líquido viscoso. Si una tonelada de CO2 en condiciones normales ocupa 519 metros cúbicos, una vez licuado a más de 100 bares (la presión que se obtiene a unos 1.000 metros de profundidad en el agua) y 35 grados centígrados, ocupa 1,3 metros cúbicos. El gas licuado se puede transportar e inyectar a través de conductos.

El Ciemat tiene ya la financiación del proyecto para la planta de Ponferrada (León). Ahora se sumarán el Instituto Geológico y Minero (IGME) y el Instituto Nacional del Carbón para buscar dónde inyectar ese CO2 una vez transformado. Para ello han pedido una financiación de unos 90 millones de euros que el Ministerio de Ciencia concederá previsiblemente a final de mes. En el proyecto participa Endesa, la eléctrica con más centrales de carbón. Repsol también ha estudiado en Argentina las posibilidades de inyectar CO2

. El responsable del proyecto del IGME y profesor de Geología en la Escuela de Minas, Miguel Ángel Zapatero, explica que hay varias posibilidades para el depósito. "Hay depósitos económicos, como podría ser inyectar el CO2 producido en una central de gas en el mismo yacimiento del que se obtiene el gas. Esto aumenta la presión de la bolsa de gas y aumenta la extracción de más gas". El método se utiliza ya en Tejas (EE UU), donde según Zapatero se inyectan ya 30 millones de toneladas de CO2 al año en yacimientos petrolíferos para mejorar la extracción del combustible.

Además, hay formas de inyectarlo en acuíferos que sean inservibles para el uso humano o en formaciones impermeables, como minas de sal, capas de carbón o un tipo de pizarras. Zapatero ha elaborado mapas con los posibles emplazamientos. Una vez allí, el dióxido de carbono se debe mantener aislado y para ir migrando poco a poco o reaccionando con los minerales del subsuelo para formar sólidos. La profundidad del depósito debe ser superior a los 800 metros. Otero insiste en que el CO2 es inerte y que no puede explotar, por lo que no hay riesgo: "El CO2 sólo es un contaminante porque emitimos demasiado".

Los responsables del proyecto esperan usar los estudios que durante años ha realizado la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) sobre el mejor lugar para albergar un almacenamiento geológico profundo para los desechos nucleares. Enresa ha abandonado la idea a favor de un almacén temporal en superficie.

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