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Columna
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Mujeres asesinadas

El asesinato de mujeres coincide, al menos, en un punto con los accidentes de tráfico: la actualización de datos debe ser continua y, si no es así, las estadísticas pierden pronto vigencia. El sábado pasado, la sección de Sociedad de EL PAÍS ofrecía una escalofriante lista de 40 mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas en 2005. La lista daba el nombre de las mujeres asesinadas -en dos casos, desconocido, y en seis casos dado con siglas-, el mes de los asesinatos -marzo fue el mes de menos crímenes: un asesinato; y el de más crímenes, febrero: 8 asesinatos-, la edad de las mujeres -de 19 a 84 años- y su nacionalidad -28 españolas y 12 mujeres de otras nacionalidades-.

En Madrid fue asesinada por estrangulamiento Isabel Sánchez Blanco; en Parla -y también por estrangulamiento- Mamuna Mani Mambu; en Getafe fue apuñalada Irlanda Roxana Vélez; y en Ciempozuelos fue apuñalada una mujer, de nombre desconocido: su novio incendió la peluquería en la que ella trabajaba. Los asesinatos de mujeres mancharon de la más triste sangre la Comunidad de Madrid. Y vistieron también de luto a las provincias de Murcia, Vizcaya, Mallorca, Málaga, Valencia, Navarra y un largo etcétera de provincias hundidas, al menos, en algunos de sus domicilios, en las más dolorosas tragedias.

En los tres casilleros siguientes a los de nombre, mes del asesinato, edad de la víctima y nacionalidad, el artículo de EL PAÍS informa del lugar del crimen, de la detención del agresor y del método del asesinato: apuñalamiento, estrangulamiento, degüello o golpes. Aterra la violencia machista que evidencian estos asesinatos que, por otra parte, son sólo la cresta de un iceberg que alberga, en sus zonas no visibles, a dos millones de mujeres que sufren malos tratos. Hay, pues, además de la violencia extrema de los crímenes, la violencia que no salta a las páginas de sucesos pero que envenena la vida de dos millones de mujeres que sufren todo tipo de desprecios y la humillación suprema que supone una agresión física que, a menudo, no lleva a un ingreso en urgencias pero que dejará una indeleble huella en la memoria.

Escribo este artículo en las postrimerías de agosto -faltan tres horas para septiembre- y, en consecuencia, me parece aún un delito llamar a la sección de Documentación del periódico para que me aclaren una duda que me ha suscitado la información de la sección de Sociedad. Cuando, el 27 de agosto, vi el gráfico de mujeres asesinadas, lo primero que me chocó -y muy favorablemente- fue ver la lista de mujeres con sus nombres y apellidos, salvo las excepciones mencionadas. ¿Ha publicado alguna vez EL PAÍS -o algún otro diario de ámbito nacional- una lista con los nombres de las mujeres asesinadas? Hasta donde llega mi falible memoria, la primera vez que vi una lista de mujeres asesinadas -y asesinadas en 2003- fue en un vídeo, de título 45. Algunas mujeres asesinadas en España, de la espléndida pintora e ilustradora gráfica Carmen van den Eynde. Aquel vídeo, ambientado en el bolero Toda una vida, de Los Panchos, me impresionó y quizá lo único que me produjo un cierto rechazo -y así se lo dije a la artista- fue su enorme belleza. La belleza siempre hace disfrutar y disfrutar con el tema de los asesinatos de mujeres reales me parecía obsceno. Quizá por eso nunca me emocionó el Llanto por Ignacio Sánchez Mejía, de Lorca -y, por cierto, colaboré, hace años, con dos amigos griegos en su traducción al griego- porque en ese poema se le ve al poeta disfrutando demasiado prendiendo las mechas de los fuegos artificiales. ¿En qué quedamos?: ¿Le dolía mucho al poeta la muerte de su amigo? Si le dolía mucho, ¿cómo no tuvo un poco más de pudor ocultando su placer de tirar tantos cohetes? ¿Desde cuándo se tiran cohetes en los entierros? Y si no le dolía la muerte del torero, ¿a qué viene escribirle una elegía? Aunque es verdad que a mis amigos griegos -y a tanta gente pervertida por el esteticismo- el poema les encantaba. El espléndido cortometraje Sueño de una mujer despierta, dirigido e interpretado por Azucena de la Fuente, es un alegato contra los malos tratos. Ha sido presentado en 115 festivales, ha obtenido 12 premios nacionales e internacionales y fue preseleccionado como candidato a los Oscar en 2003. Universidades e instituciones han contratado su proyección. Su visionado es muy recomendable para colegios y universidades, donde tanto hay que batallar contra la violencia de género.

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