Las primeras críticas llueven sobre Bush
El presidente encarga a su padre y a Clinton coordinar la ayuda y moviliza a 30.000 soldados
La impotencia con la que Estados Unidos parece observar cómo el sureste de su país se ahoga bajo el rastro de agua y devastación dejado por el huracán Katrina no parecía ayer corresponderse con la supuesta capacidad de reacción que se le atribuiría al país más rico del planeta. Ni siquiera el presidente George W. Bush, autoerigido en líder global contra el terrorismo, parece saber muy bien cómo reaccionar ante lo que el miércoles calificó como "el mayor desastre natural de nuestra historia".
En su primer discurso oficial dedicado exclusivamente al huracán, que, según el diario The New York Times, se produjo "con un día de retraso, como suele ser ritual en esta Administración" (en referencia al retraso en comparecer frente a su país tras el 11-S) el presidente se limitó a hacer una larga lista con el número de helicópteros, camiones, barcos y litros de agua que estaban camino de los cuatro estados afectados. Bush apenas fue capaz de explicar exactamente qué se estaba haciendo sobre el terreno y cómo se iba a hacer frente a los problemas de seguridad, salud y rescate que afectan a cientos de miles de personas y que a juzgar por las imágenes de las televisiones, parecen tan abandonadas a su suerte como lo fueron las víctimas del tsunami asiático.
Sólo que esta vez se trata de Estados Unidos, pero ni siquiera en el país que abandera el progreso de Occidente parecía haber preparación suficiente para enfrentarse al huracán. "Fue el peor discurso de su vida, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de preocupación nacional y la necesidad de palabras de consuelo y sabiduría", clamó ayer el diario neoyorquino.
Para hacer frente a las críticas Bush concedió ayer una blanda entrevista en la cadena ABC y después anunció que hoy pasaría el día en Misisipí y Luisiana, visitando "de primera mano" las zonas afectadas. Además, pidió a su padre, el ex presidente George Bush, y a Bill Clinton que lideren la creación de un fondo similar al utlizado para ayudar a los afectados por el tsunami asiático. El Pentágono anunció que tiene planes de movilizar a 30.000 soldados este fin de semana, en lo que sería la mayor operación militar de auxilio en la historia del país.
Pero la preocupación ante las críticas por la lentitud de la evacuación de las zonas afectadas, la falta de víveres y los tiroteos y saqueos en Nueva Orleans, quedó en evidencia durante la rueda de prensa que las 14 agencias federales involucradas en las tareas de rescate ofrecieron ayer. Michael Chertoff, secretario de Seguridad Interior, un ministerio creado para luchar contra el terrorismo, es el hombre que parece convertirse en el rostro oficial de la Administración ante el desastre. Ayer, en un intento por salir al paso de las críticas, Chertoff pidió a quienes han atacado la capacidad de acción de la Administración que entiendan "que las tareas son complicadas no sólo por los destrozos provocados por el huracán, sino por las inundaciones. Es literalmente una lucha dinámica contra las aguas". No obstante, también fue capaz de ofrecer las primeras palabras de consuelo que han escuchado por boca de la Administración: "A quienes están atrapados o perdidos: estamos en camino y vamos a rescataros", dijo, algo que también repitió el director del FEMA, Patrick Rhode.
Pero la preocupación ante los episodios de violencia y saqueos que todas las televisiones describen con detalle también obligó al Departamento de Justicia a dar la cara. Por primera vez, el fiscal general, Alberto Gonzales, compareció ante la prensa para dar explicaciones poco concretas sobre lo que está haciendo su departamento. "Haremos lo que podamos para garantizar la ley y el orden. Tenemos que tener éxito. Es una prioridad. Desde el Departamento de Justicia estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano", dijo con timidez Gonzales.
Mientras, el Congreso, que regresaba de vacaciones el próximo martes, anunció que se reuniría en sesión de emergencia para aprobar un paquete de apoyo económico de unos 10.000 millones de dólares en ayudas.
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