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Mogreb El Aksa (Marruecos)

Mogreb El Aksa (Occidente Extremo), como se conoce a Marruecos entre los árabes, es un país prácticamente desconocido para la gran mayoría de los españoles a pesar de nuestra vecindad. Este mutuo desconocimiento genera desconfianza y prevención. El contraste entre nosotros es enorme. A mi parecer, no hay en el mundo una frontera que separe, o una, pueblos tan dispares en todos los ámbitos (lengua, religión, cultura, folclore, tradición, estilo de vida, nivel adquisitivo, etcétera), como los nuestros. Todos conocemos las pateras y el hachís, pero muy pocos saben, por ejemplo, que hay unas 100.000 familias rifeñas que viven de él y que de las 100.000 toneladas de hierba seca (kif) que producen se extraen unas 2.500 toneladas de hachís al año y que su exportación supone la mayor aportación al PIB nacional, por encima de la agricultura o la pesca. O que hay unas mil empresas españolas ubicadas allí, de las cuales más de un centenar son vascas.

La postura que adopte Mohamed VI ante el ahora estancado conflicto del Sáhara va a ser la próxima piedra de toque
No hay en el mundo una frontera que separe, o una, pueblos tan dispares en todos los ámbitos como los nuestros

Marruecos es un país con una población mayoritariamente joven, con innumerables problemas económicos estructurales y graves tensiones sociales, políticas y religiosas. Mohamed VI, su actual rey, tiene un poder omnímodo y posee una riqueza incalculable, a pesar de lo derrochado en fastos y caprichos. La Casa Real se queda con el 60% del PIB nacional. Aparte de sus plenos poderes terrenales, en su faceta de "comendador de los creyentes" reina también espiritualmente sobre las almas de sus 30 millones de súbditos. La jerarquía clerical está, prácticamente, funcionarizada. El indudable carácter absolutista de la monarquía marroquí no admite la menor crítica interna e intenta acallar implacable y sistemáticamente las externas.

Las diferencias sociales son abismales y la clase media escasa. La pobreza y la miseria conviven con el lujo y la opulencia. La caridad sustituye a la justicia social. Las fuerzas políticas están domesticadas por una Constitución que otorga plenos poderes al rey y neutralizadas por las fuerzas reaccionarias más cercanas a Palacio, que aún añoran el mayor poder y la influencia de tiempos pasados. La fuerza política mayoritaria del país es de carácter religioso y está amordazada. Nadia, la hija de su líder, el disidente jeque Yasín (en detención domiciliaria), ahora convertida en su portavoz, puede acabar en la cárcel, por criticar el sistema. La libertad de prensa está limitada (el caso de Alí Lmrabet lo confirma), y la corrupción y el tráfico de influencias son norma.

Existen enormes diferencias entre los habitantes del campo, aún mayoría, y los de la ciudad. Los primeros huyen en masa a los suburbios de éstas, donde acaban viviendo hacinados y generando auténticos guetos de miseria y frustración o emigran a otros países si tienen medios económicos para hacerlo, cosa harto difícil. El miedo, la ignorancia, el analfabetismo (más del 60% de la población) y, sobre todo, la inercia de un fatalismo determinista, consustancial a todo buen creyente, pesan aún demasiado. No obstante, unos seis millones de emigrantes por todo el mundo y otros muchos teleespectadores locales con acceso a la televisión internacional, vía satélite, o, en el norte, la televisión española, vía directa, comparan su situación con la nuestra y, con su locuacidad habitual, comentan con buen humor y sinceridad cuando tienen la suficiente confianza: "¡España, muchos derechos; Marruecos, todos derechos!"

La implantación de la democracia y su consolidación, el respeto a los derechos humanos y las libertades de expresión y manifestación, así como el cumplimiento de la legalidad internacional, son pruebas urgentes e imprescindibles para la monarquía serifiana si quiere que Marruecos sea realmente el modelo que EEUU (recién firmado su Tratado de Libre Comercio) ha escogido para el Gran Oriente Medio que se propone crear.

La postura que adopte Mohamed VI ante el ahora estancado conflicto del Sáhara va a ser la próxima piedra de toque y un claro indicador de futuro. Es inminente el envío de un nuevo enviado especial de la ONU para la zona, Peter van Walsum, y pronto saldremos de dudas -antes del 30 de octubre-.

Mirando al pasado y observando el presente, ¿quién puede ser optimista ante este asunto? Todo depende de la voluntad del rey, que, a mi parecer, está muy mal aconsejado y no va a cambiar su actitud, pues continúa con la fracasada táctica de mano dura con los disidentes y compra de voluntades: de notables, de jefes tribales y de líderes políticos saharauis que, como está ya demostrado, hoy en día tienen poco o ningún ascendiente sobre la gran mayoría del pueblo saharaui. Además, ha redoblado su ofensiva diplomática exterior ¡Ojalá me equivoque!, pero todo parece indicar que, desgraciadamente, a corto plazo nada va a cambiar.

Joseba Imanol Markaida es responsable de biodiversidad del PSE y portavoz en el Ayuntamiento de Berango.

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