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Reportaje:

Una comarca en ascuas

Los municipios del valle de Verín y Monterrey estudian pedir la declaración de zona catastrófica por los incendios

Al final del túnel por el que se entra a Galicia desde Zamora, por la A-52, una línea quebrada y blanca, como una raya de tiza desdibujándose sobre las lomas, advierte de los incendios que aún humean. Es una provincia, una comarca al menos, resumida en una estampa. Anoche ya sólo seis focos seguían activos, aunque controlados, en la provincia de Ourense. Apenas dos en este valle de Verín y Monterrey, la zona más castigada de la comunidad gallega, donde han ardido entre 7.000 y 12.000 hectáreas, según se acuda a cifras oficiales o a las estimaciones, "medidas sobre el plano", de Óscar Gómez, agente forestal de la Xunta. "Toda la comarca está arrasada", zanjaba ayer Alberte Blanco, del Bloque Nacionalista Galego, alcalde en funciones de Verín.

La dejadez en el medio rural siempre surge en las conversaciones para explicar tantos fuegos
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La situación tampoco es nueva, pero sí que es novedad la virulencia de los incendios. De hecho, mucho de lo ardido son pinos jóvenes con los que se repoblaron muchas de las zonas arrasadas hace cuatro y cinco años. Han ardido también robles y castaños y zonas de monte bajo, como otras veces. "Pero es que si antes ardía un monte, ahora han ardido todos", lamenta Luis Fariñas, concejal socialista de Medio Ambiente de Verín. "Ya que está arrasada, queremos que nuestra comarca se convierta en una comarca piloto para una nueva política agraria y forestal", adelanta Blanco. "Un plan piloto de desarrollo rural", recalca José Luis Pérez, alcalde de Vilardevós, donde han ardido ya más de 4.000 hectáreas, según él mismo estima, para un total de 17.000 en todo el municipio.

Se trata de poner remedio al principal problema estructural -el abandono del monte- que, tanto estos alcaldes como vecinos y trabajadores de las brigadas, están de acuerdo en considerar que, si no causan, al menos facilitan que se propaguen los incendios con la capacidad de destrucción que lo han hecho este verano. La dejadez en el medio rural, ya sea porque los que se quedan envejecen o porque los jóvenes se van, con su estela de fincas llenas de maleza y montes sin desbrozar, surge siempre en las conversaciones para explicar tanta superficie quemada.

"Yo limpio la mía, pero está rodeada de fincas de gente que emigró y que son un polvorín", comenta un vecino de Tamagos, una población que depende de Verín. Para Eduardo y Óscar, agentes forestales, el personal dedicado al cuidado del monte en Galicia, a día de hoy, "es mínimo". "La tarea de prevención, al final del verano, todavía no está hecha", remata Óscar Gómez.

El problema no es sólo estructural, sin embargo. Óscar Gómez trabaja en una torreta de vigilancia fija, desde la que se ve buena parte de la zona norte de la provincia de Ourense, en el distrito forestal de Miño-Arnoya. El jueves estaba trabajando. "Sólo desde mi puesto vi 22 incendios a la vez", recuerda. En el incendio de Allariz, más precisamente, detectó cómo ardían tres focos en menos de 10 minutos, separados por no más de dos kilómetros. Esa "actividad terrorista", como califica Alberte Blanco a la acción de los pirómanos, es desde luego la primera causa de esta "situación inédita en la comarca y supongo que en el resto del país", añadió Blanco. Una concentración ciudadana contra el "terrorismo forestal" está prevista para finales de semana.

La gente admite que la piromanía pueda deberse a algunos "desequilibrados", pero no que sea la norma. "La mayoría sabe muy bien lo que hace", expresaba anteanoche Antonio Couto, vecino de Tamagos, de 75 años. Florencio B., cazador y presidente del coto en Laza, añade ejemplos. Junto a Alfonso Castro, otro cazador, visitaron la zona quemada de As Eiras, la primera semana de agosto. Alertaron a la Brigada de Medio Ambiente de la Xunta, después de que unos trabajadores de la empresa que se ocupa de reponer las tuberías dañadas por el fuego les hablaran de unos artefactos que parecían incendiarios. "Eran unos tubos de aluminio de unos 50 centímetros de largo, con cables y algo que parecía un detonador en un extremo", recuerda Florencio que le explicaron. En efecto, los agentes forestales los encontraron "justo donde se originaron los tres focos" de aquel incendio, explica José Antonio Pérez Rego, uno de los agentes.

"Aparecieron dos y restos de otro", asegura Rego, quien añade que los dejaron en la sede de su brigada. El propio alcalde en funciones de Verín refirió ayer el hallazgo en rueda de prensa. En la sede de la brigada en Verín, sin embargo, se le ha perdido el rastro. Ángel Berín, del equipo de investigación de la brigada, reconocía ayer que no sabía dónde podían haber ido a parar los supuestos artefactos. "Quizá los tenga la policía autonómica", añadieron otros compañeros. Fuentes oficiales, sin embargo, aseguraron que no tenían constancia de que esos artefactos hubieran llegado a manos de la policía autonómica gallega.

Otra novedad de este año es la proximidad de los focos a los núcleos urbanos. "Lo típico era que se ensañaran con una zona, pero este año daba la impresión de que los provocaban junto a las casas", explica Óscar Gómez. "Hemos tenido que esforzarnos en proteger a la gente, porque los fuegos prendían junto a los cascos urbanos", resume Blanco. En ocasiones, las propias brigadas eran el objetivo. "En Pereiras", recuerda Eduardo González, "estábamos protegiendo una granja y alguien nos plantó un fuego por detrás y nos dejó en medio". El fuego rozó las paredes del edificio y los agentes que luchaban por su extinción salieron "con muchísimo trabajo", respira Eduardo.

El fuego arrasaba anoche el monte de O Pindo, cerca del pueblo del mismo nombre, en el municipio de Carnota (A Coruña).
El fuego arrasaba anoche el monte de O Pindo, cerca del pueblo del mismo nombre, en el municipio de Carnota (A Coruña).EFE

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