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Reportaje:

Vacaciones melómanas

Unas colonias infantiles buscan despertar en los niños el gusto por la música a través de juegos y actividades alejadas de la teoría

El pequeño Javier San Sebastián tiene los ojos tapados con un pañuelo y sostiene en su mano derecha una cola de burro de pega. Ha de conseguir pincharla en el trasero del asno pintado en el panel que tiene delante. ¿Cómo lo logrará? Prestando atención a la música que surge del piano que toca su profesor, Xabier Lizaso. Cada combinación de notas indica una dirección: derecha, izquierda, arriba y abajo. Los aplausos de los compañeros, sentados a su alrededor en un aula del edificio del Seminario donostiarra prueban que el niño ha interpretado bien los sones.

Es el juego del burro, una de las actividades de las colonias musicales ¡Clásica, sí!, un taller estival dirigido a chavales de entre cuatro y doce años que tiene por objetivo despertar en ellos el gusto por la música y trabajar la sensibilidad artística de una manera "práctica y divertida", explica el profesor, quien puso en marcha esta iniciativa hace tres años. Las colonias, que se desarrollan durante 15 días, han pasado ya este verano por Bilbao y Vitoria, acaban de concluir en San Sebastián, donde han coincidido con la Quincena Musical, y hoy comienzan en la localidad navarra de Barañain, junto a Pamplona.

El taller dura 15 días y, tras pasar por las tres capitales vascas, arranca hoy en Barañain

El donostiarra Xabier Lizaso estudió la carrera de piano. Quería ser concertista, pero había que ganarse la vida. Un proyecto le rondaba en la cabeza. Durante su formación en Varsovia, comprobó que algunos compañeros eran contratados para dar recitales en colegios. Decidió trasladar la idea a su tierra, pero "bajando el listón". "Allí hay mucha tradición musical, pero aquí...", comenta. Así que hace diez años empezó a ofrecer conciertos didácticos en colegios guipuzcoanos. "Al principio experimentaba con los niños para saber qué les gustaba más. Luego fui introduciendo distintos juegos, algo de baile, algo de mimo", recuerda.

Su método de trabajo fue calando. Instalado en Madrid, ahora viaja con su piano a cuestas de aquí para allá para recalar en colegios de diferentes ciudades españolas, desde San Sebastián hasta Córdoba. "La música es una herramienta fantástica para educar, para que los niños crezcan como personas más sensibles, abiertas y tolerantes", asegura el pianista, quien ha comprobado que escolares "con problemas de convivencia" con otros chavales "se han portado estupendamente" en sus conciertos.

El caso es que con esta experiencia de los conciertos didácticos empezó a perfilar un nuevo proyecto junto a su esposa: las colonias musicales de verano. "En principio, nos planteamos impartir una hora diaria durante un par de semanas, pero luego nos dimos cuenta de que los padres necesitan colocar en algún sitio a sus hijos mientras trabajan, con lo que una hora resultaba escasa", explica Lizaso. Diseñaron entonces un programa de cuatro horas que incluye una clase de canto, otra de baile, una tercera de concierto didáctico y una última de gimnasia, "para relajar". "Es todo muy ameno. El propósito nunca es teórico. Para eso ya está el curso escolar".

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La quincena que dura el taller concluye con una actuación. Lizaso y su equipo de maestros quieren que los niños "sepan qué puede sentir un artista al subir al escenario". Y no tanto porque en el futuro vayan a ser artistas, lo serán o no, sino "para que, cuando vayan a ver un espectáculo, entiendan mejor todo el proceso que esa persona ha de seguir hasta llegar al escenario", argumenta, mientras las notas se escapan de las aulas tomadas por casi cien alumnos en San Sebastián. Predomina la música clásica -"es la mejor base", dice-, pero no faltan el jazz, el folk... "No nos gusta tener la mente cerrada".

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