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Columna
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Ni hablar del peluquín

El viaje por las dulces tierras de América del Sur ha puesto a nuestro consejero de Justicia, Joseba Azkarraga, poético; es más, para hacerle justicia habría que decir que mucho. Bueno si se habrá puesto rapsoda y lírico que no le importa dejarse los pelos en la gatera. Hombre, así, a primera vista o prima facies, que diría un cursi, el asunto parece un poco guarro, pero cambia un poco, sólo un poco, cuando se contempla desde el punto de vista político. Porque nuestro justiciero aconsejante quiso decir que no va a romper con el PNV en el tripartito por un quítame allá esas pajas, dicho sea con una frasecita que también tiene lo suyo; vamos, que se siente capaz de ceder aunque sea unos pelos por el bien de todo un pueblo: "Sabemos dejar pelos en la gatera a la hora de defender los derechos de los ciudadanos vascos". Lo cierto es que además de dejarse los pelos (cosa que no hubiera podido hacer, o no con tanta alegría, nuestro ausente y nunca bien ponderado Anasagasti), Azkarraga se ha dejado también un poco de caspa. Pero no porque utilice un mal champú sino porque se le ha quedado en la gatera un programa bastante casposo que contempla y asume que ese horror llamado España debe contemplar y asumir "el reconocimiento del conflicto, el derecho de autodeterminación y la territorialidad". Y para que sus compañeros de viaje, es decir la gatera, lo tengan claro, Azkarraga volvió a desmelenarse enumerando los pelos que no está dispuesto a dejar: "Hablar de soberanías compartidas puede ser un juego de distracción, pero, para que todos sepan a qué atenerse, debemos decir con claridad que somos independentistas vascos, en el marco de una Europa unida".

Mientras esto ocurría en las dulces tierras australes, en la acerba Euskadi, nuestro querido Josu Jon no se sentía dispuesto a que le tomaran por una gatera y dijo a quien quisiera escucharle que no hay nadie más cosoberano, soberano (y Fundador) que él. Si será cosoberano que en su cosoberanía cabe de todo, incluso Ibarretxe el del plan, que además de no tener un pelo de tonto tenía mucho de independencia, territorialidad y cosoberanía, motivo por el que, si no me equivoco, fue principalmente rechazado en el Parlamento español, pues ponía en pie de igualdad dos entes que ni lo eran ni podían serlo. Total, que Josu Jon alias No Renunciamos a Nada no se apea un pelo del ideario que afirma sostener y exigir Azkarraga, aunque lo exprese más enrevesadamente y se excuse por anticipado de ello soltando una no menos enrevesada admonición. "No tenemos que hacer aquí magia teórica de las palabras". Claro que quien quiera buscarle el pelo al huevo negará que Josu Jon, aunque de manera enigmática o teórico-mágica, también deja la puerta abierta a otra cosa ( "Hay que plantear el debate en términos modernos superadores de lo que pueden ser los debates clásicos"; ¿hablará de Sabino o de Aristóteles?) tal vez a la renuncia de la independencia, que es en lo que están pensando los bienpensantes, es decir, quienes traen todo esto por los pelos a fin de allanar alianzas.

Y así les luce el pelo -me refiero a Aralar, EA y PNV (por lo menos al sector que se alinea con Egibar, a falta de saber cómo se peina realmente Imaz)- ya que de tanto ofrecerse como franquicia ideológica de Batasuna han conseguido que los de Otegi se tiren de los pelos por no poder rascar bola pese a ser los padres de la criatura (esa que atiende por autodeterminación, territorialidad y conflicto) y se pongan a sacar pecho (son chicos de pelo en pecho) pero, sobre todo, el conflicto a la calle para recuperarla, recuperarse y dirigirles. Es lo que pasa por jugar con fuego (y con mesas), que luego arden los cajeros, arde Euskadi y ¿arde París? Me temo que más que vivir en una etapa resolutoria, que diría Elkarri, estamos viviendo en una etapa depilatoria. Pero no por los pelos que esté dejando en la gatera el desaseado de Azkarraga, sino porque a fuerza de tomarnos el pelo nos están dejando mondos y lirondos. Pues, ¡ni hablar del peluquín!

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