La enésima resurrección de Fiat
La compañía anuncia inversiones de 18.000 millones en tres años y renovará la marca
Hace sólo seis meses, Fiat era la empresa automovilística más fea del mundo. Era tan fea que General Motors pagó 1.550 millones de euros para no tener que quedarse con ella. Roto el compromiso con el coloso estadounidense, la sociedad turinesa parecía condenada a languidecer y morir en soledad, asfixiada por una deuda cercana a los 20.000 millones. Hoy, sin embargo, Fiat tiene un aspecto mucho mejor. Será una simple cuestión de actitud, pero algo ha cambiado: la marca, apoyándose en la moda, ha ganado frescura; los acreedores ven una luz al final de túnel; se anuncian inversiones de 18.000 millones en tres años, y hasta el Servicio Secreto de Su Graciosa Majestad británica ha detectado el cambio de aire: en la próxima película de la serie 007, James Bond conducirá un panda.
Ministros y sindicalistas aplauden la audacia del plan y la filosofía de la nueva generación de los Agnelli: captar a un público juvenil
Mucho, casi todo, depende en esta etapa del nuevo Fiat Punto, que será lanzado con gran pompa a principios de septiembre. El Punto fue el último modelo de gran éxito producido en las fábricas de la familia Agnelli, y con la repetición del nombre se espera repetir también las ventas. El Punto competirá en un segmento duro y maduro, el de los automóviles de tamaño medio. Éste es el sector en el que se hace o deshace el prestigio de una marca. La compañía italiana sabe que tiene mucho que hacerse perdonar y promete una calidad y una fiabilidad a la altura de los mejores, es decir, los japoneses.
"Además de la solidez, ofrecemos un nivel de tecnología al que nuestros competidores no han llegado todavía: confiamos muchísimo en que el Punto triunfe", afirma Lapo Elkann, nieto de Gianni Agnelli, director de marketing global de Fiat y último vástago de la dinastía junto a su hermano mayor, Yaki (John Jacob), que se dedica a tareas financieras en la compañía.
Es difícil otear las perspectivas de los grupos automovilísticos. Éste es un sector muy complicado y, hasta cierto punto, impredecible. Porque las pérdidas o los beneficios, gigantescos en uno y otro caso, dependen de variables como los gustos del público o la intuición de los dirigentes. La gran recuperación de Renault y las dificultades de Volkswagen fueron sorpresas, como también lo fueron en su momento el boom de los todoterreno o, en los sesenta, la resurrección de la aeronáutica BMW a partir de la Isetta (el coche-huevo) y de una pequeña berlina.
La nube de moderado optimismo que se está formando ahora sobre las oficinas centrales de Fiat, en Turín, tiene su origen en la fe que suscita el consejero delegado de la compañía, Sergio Marchionne. El nuevo hombre fuerte de Fiat supo negociar el divorcio y la indemnización con General Motors solventó el problema angustioso de la deuda a corto plazo y, sobre todo, lanzó desde el principio un mensaje claro: Fiat era, principalmente y ante todo, un fabricante de coches.
El grupo producía camiones, tractores, grúas, baterías, piezas metalúrgicas, periódicos (La Stampa) y muchas otras cosas, pero, pese a que las pérdidas se concentraban precisamente en la división de los automóviles, estaba empeñado en seguir haciendo coches. Y no sólo los Ferrari, que se venden solos, o los Maserati, que se venden un poco peor, sino también los conflictivos Alfa Romeo, aún en busca de la deportividad perdida, los antiguamente lujosos Lancia (que ahora tienen en el diminuto Ypsilon su punto fuerte) y los populares Fiat.
Analistas en positivo
Esa devoción por el producto ha hecho reflexionar a muchos analistas que antes no confiaban en las cuentas de la compañía italiana. Los buenos resultados del segundo semestre, en los que, por primera vez en años, se alcanzó un modesto beneficio de explotación, desataron una serie de reacciones positivas en cadena: la agencia estadounidense de rating Standard & Poor's mejoró la semana pasada la calificación de la deuda de Fiat, mientras que los analistas de Merryll Lynch anunciaron el miércoles que el balance del grupo italiano mostraba "una clara mejoría en sus aspectos fundamentales".
La apuesta automovilística de Fiat fue detallada el mismo miércoles, con un plan industrial presentado en el palacio Chighi, sede de la Presidencia del Gobierno, ante siete ministros y los dirigentes de 14 sindicatos.
El presidente de Fiat (y de la patronal Confindustria), Luca Cordero di Montezemolo, y el consejero delegado, Sergio Marchionne, anunciaron una inversión global de 18.000 millones de euros entre 2005 y 2008, de los que la mayor parte, 10.000 millones, se destinaría a la división de automóviles. Todo ese dinero había de servir, según se explicó en la presentación, para renovar casi enteramente la gama (se van a presentar 20 vehículos nuevos en tres años) y para dar un gran salto tecnológico, ya que la compañía aseguró que tiene preparados 4.000 millones de euros que estarán destinados a la investigación y desarrollo de nuevos productos y sistemas.
Sin despidos
Marchionne aseguró que no habría despidos en el próximo trienio y que la plantilla total se mantendría en las actuales 80.000 personas, aunque añadió que el saneamiento sería "doloroso", y exigió cooperación a todos.
Ministros y sindicalistas aplaudieron la audacia del plan y la filosofía desarrollada por la nueva generación de la familia Agnelli, encaminada principalmente a la captación de un público juvenil para la nueva Fiat.
El patrocinio del equipo jamaicano de bobsleigh, el lanzamiento de prendas de vestir con el logo de Fiat y la publicidad autoirónica (todo ello muy relacionado con las ideas de Lapo Elkann, que tan sólo tiene 27 años) habían conseguido rejuvenecer, al menos en Italia, una marca que evidentemente languidecía.
Los aplausos iniciales, en todo caso, se frenaron al leer la letra pequeña del plan, de la que podía deducirse que la factoría de Termini Imerese (Sicilia), dedicada a producir el Lancia Ypsilon, podría tener un futuro muy dudoso a partir del año 2008. En Sicilia se ha empezazo ya a hablar de protestas y el ministro de Desarrollo, Gianfranco Micchiche (siciliano), calificó el plan de "inaceptable". Desde un punto de vista global, sin embargo, los sindicatos emitieron un juicio positivo. La poderosa Cgil habló, incluso, de que se ha producido un "cambio de rumbo".
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