Un régimen bajo el acoso islamista
El régimen del derrocado presidente de Mauritania, Maauya, Uld Taya, llevaba meses luchando en dos frentes contra los islamistas: los forasteros, procedentes de Argelia, y los autóctonos: yihadistas y Hermanos Musulmanes.
Los Grupos Salafistas para la Predicación y Combate (GSPC), la rama argelina de Al Qaeda, asestaron en junio un duro golpe al Ejército mauritano al atacar su cuartel de Lemgheity (noreste) y causaron la muerte de 15 soldados.
Es probable que el GSPC esté también detrás de los choques armados entre islamistas y patrullas de las Fuerzas Armadas mauritanas, que se produjeron la semana pasada en el desierto de Malí, informó ayer la agencia France Presse.
La oposición islamista mauritana, empezando por su líder encarcelado, Mohamed Elhacen Uld Dedaw, condenó el asalto a Lemgheity, pero el régimen aprovechó el ataque para incrementar la represión.
Antes y después del ataque al cuartel, la policía mauritana ha acusado a los islamistas autóctonos de estar vinculados a Al Qaeda, sin aportar pruebas fehacientes.
Si las potencias occidentales se han tomado poco en serio las advertencias formuladas por Nuakchot sobre la peligrosidad de los islamistas mauritanos, sí consideran en cambio una amenaza, para Mauritania y Malí, el expansionismo de los seguidores argelinos de Al Qaeda, capaces de reunir a cientos de terroristas en armas.
De ahí que EE UU incluyese a estos dos países, junto con Chad y Níger, en la Iniciativa Transahariana de Lucha Contra el Terrorismo, que puso en marcha en 2003. El programa consiste en mejorar la capacidad de los Ejércitos de la región del Sahel para prevenir ofensivas terrorristas.
El mismo mes de junio, unos mil militares norteamericanos, pertenecientes a fuerzas especiales, participaron, durante tres semanas, en unas maniobras con tropas de los cuatro países del Sahel y de Argelia, Túnez, Marruecos y Senegal.
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